El Arquetipo del Cruce

Por: Horacio Ejilevich Grimaldi

2011

Creo que no tuve oportunidad de detallar demasiado lo que es el Arquetipo del Vado o del Cruce.
Se trata de una forma arquetipal que está simbolizando, aquellas decisiones trascendentales en la vida, aquellas grandes Crisis Fundantes durante y luego de las cuales ya no nos es posible dar marcha atrás.
Normalmente, este Arquetipo aparece simbolizado ya en un cruce de aguas, como el Rubicón de César, desde donde lanza su famosa frase: "Allea jacta est", ya en una encrucijada de caminos.
Una vez que somos alcanzados por este Arquetipo, no podemos caer en la dubitación o el volver hacia atrás.
El Cruce, que es parte importante en este Mito, es el lugar de la elección entre el Mal o el Bien, es el ámbito en donde equivocarse, pero también en donde acertar, las invocaciones a los Dioses, y también a los Demonios, tienen lugar en cruces de caminos o en donde se halle presente el elemento acuático, esto no es casual, ya lo hacían los romanos, y antes que ellos los Griegos y los Chinos.
La encrucijada generalmente tiene una connotación simbólica muy fuerte porque se refiere no solamente al cruce de caminos, sino también a la forma de la Cruz, lo cruciforme. Hay todo un simbolismo en la Cruz, que ahora no voy a detallar pero que viene muy a cuento, en el sentido de que si se da una cosa semejante, lo que describiríamos como vivencia numinosa, podremos posteriormente llegar a una síntesis de esa actitud, pero ya nos será imposible hacer como si nada de esto hubiera pasado.
Acá no hay un punto de retorno, o se continúa o se muere, espero que comprendan.
Esto simboliza el Arquetipo del Cruce, y es justamente en el Cruce, la encrucijada de caminos en donde va a pasar la escena que cataliza, en el sentido literal de hacer que se produzca todo este Mitologema, que es el siguiente:
Por un lado del camino viene la carroza tirada por los caballos, que simbolizan no solo lo instintivo sino mas que nada lo TANATIKOS, lo horrendo, la Muerte. Desde una de las infinitas acepciones que posee el símbolo.

Horacio Ejilevich Grimaldi. “El Complejo de Edipo a la luz de una Interpretación jungiana”




Hace un tiempo, navegando por internet observe que era muy poco, casi nada, lo escrito sobre este importante arquetipo en español. El motivo del presente trabajo es tratar de paliar un poco esa falencia dada la importancia del mismo.
El arquetipo del cruce nos demuestra la transición entre una situación (la presente) agotada y el comienzo de una nueva situación.
Es uno de los arquetipos, más particulares dentro del mundo del Inconciente colectivo.
Nos indica, no solo la transición entre dos etapas de vida, sino también puede ser considerado como un ritual de iniciación, dado que sumerge, literalmente al individuo que transita este arquetipo en una situación absolutamente nueva.
Como la mayoría de los arquetipos, posee características que lo identifican, no obstante no ser la personificación simbólica de un ser animado como la Gran madre o el Anciano Sabio, este arquetipo, se refiere a una situación de vida y se entronca como veremos con los procesos sincronísticos.
El arquetipo del cruce tiene algunas características muy bien marcadas.
La primera de ellas, tiene que ver con la irreversibilidad, esto es, la imposibilidad de retornar a la situación previa, la cual se está abandonando.
Se trata de una imposibilidad, que, a menudo supera nuestro entendimiento y, marca un solo camino: Hacia delante.
La vuelta hacia atrás, consciente o inconscientemente, está vedada por circunstancias que pueden ubicarse tranquilamente en absolutas o estar más allá de lo controlable
Es por este concepto que considero al arquetipo del cruce como un ritual de transición hacia otro estadio de vida, que, considerando la polaridad que poseen los arquetipos, podrá ser mejor o peor que el estadio previo, o la situación, mejor dicho que se está abandonando.
En numerosas religiones y cultos se encuentran los rituales de transición, que, en general tienen que ver con la transición espiritual de un estadio al otro. Es común en las religiones occidentales, el Judaísmo, el Cristianismo y el Islamismo, la concretización de rituales (sacramentos) destinados a resaltar estas transiciones.
Los ritos de transición de las culturas contemporáneas incluyen las confirmaciones, los bautismos, bar mitzvahs, bat mitzvahs. Los ritos de transición implican cambios de status social, como el citado de joven a adulto o de novato a veterano. En términos más generales, un rito de transición puede señalar cualquier cambio de lugar, condición, posición social o edad.
Estos ritos presentan tres fases: separación, marginalidad y agregación. En la primera, las personas abandonan el grupo y comienzan a pasar de un lugar o status a otro. En la tercera fase, se reintegran a la sociedad, habiendo completado el rito. La fase marginal es la más interesante. Se trata del período entre uno y otro estado, el limbo durante el cual las personas han abandonado un lugar o estado, pero todavía no han entrado o se han unido al siguiente. Esta es la fase liminar del rito de transición.
La liminaridad tiene siempre ciertas características. Las personas liminares ocupan posiciones sociales ambiguas. La liminaridad puede estar marcada por una serie de contrastes con respecto a la vida social regular. Un ejemplo clásico de liminaridad es la adolescencia, en la cual, como su nombre lo indica, el Ser humano, “padece”, una marginalidad característica debida a la no pertenencia, dado que el adolescente no es aún adulto pero ya ha dejado de ser niño.
Un aspecto social muy importante de la liminaridad colectiva es el llamado communitas, un intenso espíritu comunitario, un sentimiento de gran solidaridad, igualdad y proximidad sociales. Las personas que lo experimentan forman una comunidad de iguales, subgrupos de pertenencia. Las personas liminares experimentan el mismo tratamiento y las mismas condiciones y tienen que actuar de la misma manera.
La liminaridad es parte de todo un rito de transición. En algunas sociedades pueden convertirse en una característica permanente de grupos particulares.
El arquetipo del cruce, deviene en el punto sin retorno, que implica el pasaje de una situación a otra.
Esta característica, lo emparienta con las dos ansiedades básicas de Pichón Rivière, es decir la resistencia al cambio por la pérdida de una situación vieja y el temor a la intrusión de una nueva pero desconocida.
Lo cierto que este arquetipo, tiende a surgir, cuando ya se ha agotado toda posibilidad de reacomodación de la situación imperante, por lo cual se asemeja, de alguna manera a un movimiento plutoniano.
Asimismo, tiene otra característica sumamente importante. No solo se constituye, como dije anteriormente en un punto sin retorno, sino también, que queda absolutamente imposibilitado el volver hacia atrás. El cruce es drástico y no deja posibilidad ni voluntaria ni involuntariamente de volver a la situación previa conocida. Es unívocamente terminante.
El arquetipo del cruce está imbricado con el concepto desarrollado conjuntamente por Wolfang Pauli y C.G. Jung de Sincronicidad, dado, que por lo general, suele surgir cuando está por devenir del evento sincronístico actuante, la Sincronicidad.
A este respecto, señalo que existen innumerables eventos sincronísticos, la mayoría de los cuales, ni siquiera receptamos en el plano consciente. Sin embargo, la Sincronicidad, que tiene como característica la “modificación total de la vida”, puede ser de, de naturaleza numinosa es única.
Cuando deviene entonces la Sincronicidad es relativamente común observar la irrupción como señal indicio del arquetipo del cruce que nos indica que estamos frente a la conclusión de un proceso sincronístico.
Existe una actitud infantil, propia del desconocimiento teórico, acerca de la Sincronicidad. Solemos creer que, en todos los casos se tratará de una experiencia trascendente, subjetiva, epífánica y que nos transformará elevando nuestra espiritualidad.
Esto no necesariamente es así, sino que el encuentro con la Sincronicidad, es, como dije, de naturaleza numinosa, o sea que la experiencia trascendental, espiritual se hará de todas formas, aún desde lo que denominaré “el dark side”, el lado obscuro, que todo arquetipo tiene en si.
Una correcta interpretación del arquetipo del cruce, precisamente, puede arrojar luz, sobre la forma en la cual el sujeto se verá atrapado por el elemento arquetipal que devendrá de la Sincronicidad.
Este arquetipo tiene, entonces un valor iniciático marcado, y con el cual, numerosas religiones han conformado rituales.

Otra característica del arquetipo del cruce, marcadamente particular, suele ser, la irrupción del elemento “agua”, en cualquiera de sus estados: sólido (nieve); líquido o gaseoso (vapor o neblina).
El arquetipo del cruce es una situación descriptiva en torno a objetos inanimados. Concretamente en este caso en elemento agua, en cualquiera de sus tres formas posibles: vapor (gaseoso), líquido o nieve (sólido)

En efecto, volviendo a los ejemplos religiosos, encontraremos que en todas las ceremonias rituales mencionadas, se encuentra el elemento agua, ya sea en el sacramento del bautismo católico, o el bautismo anabaptista con inmersión total en el agua. En el hinduismo, para apartarnos un poco de las religiones occidentales, lo cual verifica la valides universal de este arquetipo, el Río Ganges fue creado por el Dios Brahma recogiendo el sudor del pié de Vishnu y lo personifica la diosa Maa Ganga, madrastra de Karttikeya, hijo de Shiva y Parvati. Para los hindúes el Ganges es un río sagrado y una inmersión en el río depura un pecado y cuando se echan en él las cenizas de un difunto se rompe el ciclo de la reencarnación.

Sobre el elemento agua, Jung dice:

... Pero cuando el espíritu se vuelve más pesado se convierte en agua, y así el intelecto se apoderó del trono que antes ocupaba el espíritu. El espíritu sí puede atribuirse la patria potestas sobre el alma, pero no el terrenal intelecto, que es una espada o un martillo del hombre y no un creador de mundos espirituales, no un padre del alma. (...)

El camino del alma que busca al padre perdido, como Sophia a Bythós, conduce por eso al agua, a ese espejo oscuro que está en su base. Quien ha elegido para sí el estado de pobreza espiritual, verdadera herencia de un protestantismo vivido hasta las últimas consecuencias, ha alcanzado el camino del alma, que conduce al agua. Esa agua no es entonces una expresión metafórica sino un símbolo viviente de la oscura psique. Lo ilustraré con un ejemplo, tomado entre muchos:

Un teólogo protestante tuvo repetidas veces el mismo sueño: se encuentra en una pendiente, abajo hay un profundo valle y en éste un lago oscuro. Sabía, en el sueño, que hasta ese momento algo le había impedido acercarse al lago. Pero esta vez resuelve llegar hasta el agua. A medida que se acerca a la orilla, todo se vuelve más oscuro e inquietante y de repente una ráfaga de viento se desliza rápidamente por la superficie del agua. En ese momento se siente poseído por el pánico y se despierta.

Este sueño muestra el simbolismo natural. El soñador desciende a sus propias profundidades, y el camino lo conduce a unas aguas misteriosas. Allí ocurre el milagro del lago de Bethseda: desciende un ángel y agita el agua, que entonces adquiere poder curativo. Es necesario el descenso del hombre hasta el lago para provocar el milagro de la vivificación del agua. El hálito del espíritu que sopla sobre ella es empero inquietante, como todo aquello que no es causado por uno mismo o cuya causa se desconoce. Así se pone de manifiesto una presencia invisible, un numen al que no ha dado vida la expectativa humana y que tampoco es producto de la voluntad. Vive por sí mismo, y entonces un estremecimiento asalta al hombre, para el cual el espíritu siempre fue sólo algo en que uno cree, algo que uno hace, algo que está en los libros o de lo cual la gente habla. Por ello, cuando se manifiesta espontáneamente se lo ve como un espectro y el entendimiento ingenuo es presa de un miedo primitivo. Así me describieron los viejos elgonyi de kenya la acción del dios nocturno, que ellos llaman el "hacedor del miedo". "Llega hasta ti -me dijeron- como una ráfaga de viento frío, y tú te estremeces; o das la vuelta silbando entre el pasto alto"; un Pan africano que en el fantasmal mediodía ronda tocando la flauta y asusta a los pastores.

Así también asustó el hálito del pneuma* en el sueño a un pastor, a un pastor de la grey, que en la noche oscura pisó la orilla juncosa del agua del profundo valle del alma. Ese espíritu antes ígneo había bajado hacia la naturaleza, hacia el árbol, la roca y las aguas del alma, como ese viejo del Zarathustra de Nietzsche, que cansado de la humanidad se fue al bosque para gruñir junto con los osos en honor del Creador. Si se quiere desenterrar el tesoro, la preciosa herencia del padre, hay que recorrer el camino del agua, el camino que siempre desciende. En el himno gnóstico al alma, el hijo es enviado por los padres a buscar la perla perdida de la corona del padre. Esa perla está en el fondo de una profunda fuente cuidada por un dragón, en Egipto, en el concupiscente y ávido mundo de las riquezas físicas y espirituales. El hijo y heredero parte en busca de la joya y se olvida a sí mismo y olvida su tarea en la orgía de los placeres mundanos egipcios, hasta que una carta del padre le recuerda cual es su deber. Se encamina hacia el agua y se sumerge en las oscuras profundidades de la fuente, en cuyo fondo encuentra la perla que finalmente ofrece a la divinidad suprema.

Este himno, atribuido a Bardesanes, surgió en una época semejante a la nuestra desde más de un punto de vista. La humanidad buscaba y esperaba; y el pez de la fuente- levatus de profundo- se convirtió en símbolo del Salvador. Mientras escribía estas líneas recibí una carta de mano desconocida, procedente de Vancouver. El autor está asombrado ante sus sueño, cuyo tema es siempre el agua: "Almost every time I dream it is about water (...)".

El agua es el símbolo más corriente de lo inconsciente. El lago en el valle es lo inconsciente, que en cierto modo está dentro de la conciencia, por lo cual es también designado con frecuencia como lo "subconsciente" a menudo con el desagradable matiz de conciencia de menor valor. El agua es el "espíritu del valle", el dragón del agua del Tao cuya naturaleza es similar al agua, un Yang integrado en el Yin. Psicológicamente agua quiere decir espíritu que se ha vuelto inconsciente. (...)


Arquetipos e inconsciente colectivo. C.G. Jung



Efectivamente, en muchos mitos primigenios el agua es la fuente de toda la vida, al mismo tiempo que, como toda carga numinosa arquetipal, puede constituir la fuente de destrucción, diluvio y ahogamiento.
Psicológicamente, el agua es un símbolo que representa las capas más profundas de la estructura de nuestra propia psichè. Por un lado vivifica y fecunda (líquido amniótico- Semen), mientras que, por el otro hace referencia al hundimiento y la perdición.
En el agua del mar occidental, se hunde el sol en cada atardecer, para, durante la noche calentar el reino de los muertos…Refiere Hans Biedermann, en su “Diccionario de Símbolos”. Por esto tiene el agua una relación con el “más allá”.
Muchas veces las aguas subterráneas, se asocian con el caos primigenio, mientras que, por el contrario el agua de la lluvia que cae del cielo o el rocío son asociadas con bendiciones divinas.
Los remolinos de agua representan dificultades y convulsiones, sin embargo los ríos suelen simbolizar la vida.
La Mitología griega, tiene algunos mitos reservados para el arquetipo del cruce que son importantes a la hora de realizar el proceso de amplificación con respecto al material subjetivo que aporta el paciente:

En la cosmovisión helénica, el proceso por el cual transcurre el espíritu de una persona muerta desde que abandona su cuerpo hasta que es asignado a una región del Hades (el Mundo del más Allá, reinado del Dios homónimo: Hades) es el siguiente:

Cuando un muerto es sepultado, Hermes lleva su sombra a las profundidades de la Tierra, hasta los umbrales del Hades, un mundo rodeado por ríos de aguas lentas y estancadas al cual se accede por medio de una caverna. Este Mundo Subterráneo, está conformado por cuatro ríos, El Estige, (Río del Odio), El Aqueronte (Río de la aflicción), cuyo nombre es sinónimo del barquero siniestro, también llamado Acheronte o Caronte con cuerpo de esqueleto y cabeza de calavera que, en constante silencio cruzaba las aguas una y otra vez, trayendo las almas de los difuntos a la nueva orilla del Más Allá a cambio del óbolo ( moneda griega), que los deudos del muerto se encargaban de colocar dentro de la boca de éste ,precisamente para pagar el transporte de Caronte y su llegada al Hades. Caronte, es el hijo inmortal del Erebos (el Caos) y de Nictos (La noche). Hades mismo, lo había instruido para que no dejase cruzar a ningún mortal. Con todo, algunos héroes lograron burlar su vigilancia o convencerlo para que hiciera una excepción a la regla, como en los casos de Hércules, Orfeo y Ulises. El Aqueronte, atraviesa una de las zonas del Hades, denominada los Elyseos, donde iban a descansar las almas de los guerreros nobles muertos en combate, El Cocytus, es otro gran río que rodea al inframundo, sus aguas se forman con las lágrimas de los malvados y, en sus orillas caminan las almas errantes de los muertos sin sepultura a la espera de conocer la decisión de los jueces infernales, Radamante Minos y Eaco, acerca de su situación en el inframundo. El penúltimo río del Hades es El Leteo (Río del Olvido), que conforma una laguna: Estigia, cuyas aguas provocaban el olvido de toda la experiencia y las vidas transcurridas, con el solo contacto de la piel con ellas. Los Dioses incluso, juramentaban sus propósitos invocando a las aguas de la Estigia y este juramento era en todos los casos inviolable y más poderoso que los dioses mismos y el último, el Piriflegetonte (Río del fuego), oximorón interesante que nos muestra mitológicamente el par antitético agua-fuego, sobre cual la iconografía cristiana construirá u elemento acerca de la naturaleza dual del Dios: Humana y divina. Este río llega hasta el Tártaro, otra de las regiones en las cuales está dividido el reino de Hades.

Una vez iniciada la navegación final, conducida por Caronte, una pértiga de madera, que este iba apoyando con sus huesudas manos en el cauce de los ríos que separan el mundo subterráneo de Perséfone, la Venus negra y Hades, salpicaba en determinado momento a los difuntos, haciéndoles olvidar su pasado.

Todos los días, las almas de los muertos eran llevados a la presencia del tribunal de Jueces. Según el veredicto de ellos, los espíritus seguían uno de los siguientes caminos del Hades

Si no eran juzgados como bondadosos pero tampoco como malvados, las almas eran enviadas de nuevo por el ramal principal de la Estigia hasta las “Praderas de las asphodeles”, o llanuras del Asfódelo, planta que las almas de los muertos tenían en alta estima pues constituían su alimento principal, aparte de las libaciones y la sangre sacrificial con que se los honraba en el mundo de los vivos. Las llanuras del Asfódelo, eran un lugar muy frecuentado y las almas, permanecían allí, donde la noche y el día no eran nada más que un eterno crepúsculo

Si en el juicio habían sido considerados como bondadosos, entonces eran enviados a los campos Elyseos, a través del río Aqueronte, un hermoso lugar donde reinaba la felicidad. El Elyseo es un lugar donde los pájaros cantan sobre los árboles y brilla el sol en un cielo de nubes blancas. No existía la noche. El Encargado de esta zona era el mismo Radamante y, las almas, si querían podrían volver al mundo de los vivos.

Por último, si las almas habían sido consideradas malvadas, eran enviadas a las ignotas regiones del Tártaro a través del río Piriflegetonte, donde reina la noche eterna. Este es el destino de almas como las de Los Titanes, Tántalo y. La entrada al Tártaro está signada por una gran puerta de bronce, cerrada por dentro. El Tártaro, se asemeja en su concepción al Infierno Cristiano.

Los Misterios de Eleusis

Esta era la denominación que recibió una de las festividades que los antiguos griegos celebraban para conmemorar el culto a Démeter, Diosa de los cereales, y las cosechas y a su hija Perséfone, originariamente una deidad inferior a la cual se le adjudicaba el inicio de la Primavera y, posteriormente devenida en compañera del propio Hades, como señora del mundo subterráneo.

Los misterios de Eleusis constaban de una serie de ceremonias que hacían pasar al neófito del mundo profano al sagrado. Estos rituales tenían las siguientes etapas

1) Una purificación previa, relacionada con abluciones, ofrendas con agua, cruce del mar, etc.
2) Una transferencia de “objetos sagrados” y fórmulas orales (Hiera), que el iniciado debía tocar y declamar, respectivamente
3) La lectura o narración de leyendas míticas
4) La prohibición de revelar en todo o en parte a los no iniciados lo trascendido en la ceremonia de iniciación
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br>La ceremonia constaba de dos momentos, uno público y otro privado o secreto. Esta segunda parte era realizada en el Telesterion, especie de anfiteatro con capacidad estimada para unas tres mil personas, que fuera destruido por los persas y reconstruido por Pericles y, sobre el cual no tenemos noticias acerca del tipo de ceremonia realizada en su interior.


En dichas ceremonias participaban:

1. Un Arconte o encargado principal
2. El Peredros o supervisor general
3. Cuatro Epimelatai (oficiales ayudantes)

Y en el culto, propiamente dicho participaba:

1. El Gran Sacerdote, Hierofante mostraba La Hiera y constituía el único que podía entrar en Telesterion y completaba la iniciación.
2. Las sacerdotisas o Panageis, también denominadas Melissai (Melisas), supuestamente vírgenes que oficiaban como administradoras del culto.

La ceremonia de iniciación era un proceso individual y gradual que algunos historiadores de las religiones equiparan al culto de Atis- Cibeles.

El Primer grado, constituía la iniciación primaria en los misterios

Esta se realizaba una vez al año al comienzo de la primavera y tenía lugar en Atenas a orillas del río Ilissos. Su objetivo era preparar a los aspirantes para que, una vez purificados con rituales relacionados con el agua, abluciones y baños en el río Ilisios, bebieran una pócima especial denominada Kikeon, que muy probablemente fuera compuesta en base a diversas sustancias alucinógenas, no desconocidas por los antiguos griegos. Según el himno homérico a Démeter, la fuente literaria más antigua que hace referencia a los misterios de Eleusis, los ingredientes de la mítica poción eran: agua, menta y cebada. En esta última se encuentra el denominado “cornezuelo del centeno” hongo parásito, o tezón, que es un potente y peligroso psicotrópico. Contiene numerosos compuestos, sobre todo lípidos, esteroles, glucósidos y aminas, pero sobre todo los alcaloides del cornezuelo, ergotamina, ergocristina, ergocriptina y ergometrina.

La ingesta de este preparado dentro del programa de los rituales simbolizaba la continuidad de la vida después de la muerte así como el progreso de la civilización helénica. La fragancia de la menta (yerba buena), tenía connotaciones de tipo sexual ilícito y simbolizaba la transición experienciada por Perséfone.

Segundo Grado: Iniciación en los grandes misterios (Teleté)

Se realizaba cada cuatro años en el mes de Septiembre, considerado sagrado y en los primeros días de Octubre. Duraba aproximadamente unos cincuenta y cinco días y se transportaban los Hieras desde el Anaktoron hasta Atenas, en una procesión encabezada por los sacerdotes y las sacerdotisas de Eleusis. Los hieras eran transportados en cajas cerradas y durante el camino se realizaban varias paradas, una de ellas en un lugar conocido como “la sagrada higuera”.

El primer día se realizaba la convocatoria y la proclamación en la cual la población era incitada a formar parte de la celebración de los misterios. Por la mañana se realizaban baños rituales en el mar, mientras se clamaba: “Halademistai”. Los iniciados llevaban un pequeño cerdo que también recibía un baño ritual. Al regresar a Atenas, el animal era sacrificado y su sangre era considerada como un agente purificador que absorbía los espíritus impuros que habitaban en los Seres humanos. En el tercer día, ya en Atenas, se ofrecía un gran sacrificio a la Diosa que se completaba con una oración. El cuarto día se preparaba a todos aquellos que habían llegado tarde a loa celebración. En el quinto, se adornaban y vestían para iniciar la procesión hacia Eleusis. Los iniciados llevaban ropas festivas y en sus manos ramas de mirto con hilos de lana. El ritual constituía atravesar un puente. (Arquetipo del cruce) los hombres con las cabezas cubiertas, insultaban a los ciudadanos más importantes que participaban en la celebración y las mujeres se mostraban desnudas mientras pronunciaban obscenidades a viva voz. El objetivo era conjurar cualquier amenaza maligna. Una vez en el santuario y por la noche, se entonaban cánticos y bailes en honor a la Diosa. El sexto día se reservaba para el descanso, el ayuno, la purificación y el sacrificio.

Tercer Grado superior de iniciación (Epopteia)

Por último, los iniciados estaban en condiciones de recibir la gran revelación. Esta incluía tres elementos:

1) Dromena: Se trata de una representación de la historia de Démeter/Perséfone, dramatizada con música, canto y baile. Esta dramatización, no tenía diálogos y, el público tomaba parte activa en el espectáculo. Se hacía consiente la presencia de la Diosa y se realizaba una unión sexual entre el Hierofante y la Sacerdotisa de Démeter, aunque la cópula era meramente escénica. Luego se apagaban las antorchas y la pareja descendía a un lugar obscuro mientras los asistentes aguardaban. Por último aparecía el Hierofante con una espiga de cereal, fruto de la unión divina y proclamaba: “La reina Brimo ha parido un muchacho Brimo sagrado”
2) Deiknymena: Allí se realizaba la revelación de los objetos sagrados divinos.
3) Legomena: Se revelaban breves fórmulas rituales y litúrgicas que explicaban el simbolismo de los ritos. Se narraban historias que hacían a los iniciados conocedores de un saber exclusivo y superior

Para terminar con los misterios Eleusinos, como ejemplificador en la Mitología griega del Arquetipo del Cruce, la Iniciación y el simbolismo del agua. Comentaré que me llamó poderosamente la atención durante 2008, una olvidable película llamada “Mama Mia”, con música de Abba y la actuación de Meryl Streep que es un compendio de reactualización de los Misterios de Eleusis, con lo que confirmo una vez más que, el saber hermético que anteriormente estaba depositado en los monasterios medioevales y los libros incunables, hoy se encuentra en Internet y en la cinematografía.

Kerényi, Károly (2004). Eleusis: imagen arquetípica de la madre y la hija. Madrid: Siruela.
Wasson, R. Gordon; Hofmann, Albert; Ruck, Carl (1993). El camino a Eleusis: una solución al enigma de los misterios. México: Fondo de Cultura Económica... (reseña y resumen en inglés.)

El simbolismo del agua en las religiones

El agua se presenta como principio de la vida y de la muerte; como purificación y regeneración t esta es una imagen que ha quedado grabada a fuego en el Inconsciente colectivo de la humanidad hasta nuestros días.
En el sacramento cristiano el agua mezclada con vino es una especie de sistema dual, añadiéndose al elemento pasivo el fuego del vino, lo cual hace referencia a las dos naturalezas: La humana y la divina en la persona de Jesús.
En la iconografía cristiana el agua es un elemento purificador que lava los pecados del mundo mediante el bautismo.

También el agua desempeña un lugar predominante en la denominada prueba de brujas, según el Malleus Maleficarum (Martillo de las Brujas) de los sacerdotes inquisidores dominicos Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, uno de los mas importantes compendios de la estupidez imperante de la época, en la cual la persona que se hundía era, posteriormente rescatada del elemento acuático mientras que las brujas endiabladas, flotarían, teóricamente como corcho sobre la prueba.
La imagen que simboliza la templanza en las cartas de tarot, representa la mezcla de agua y vino.
La costumbre de echar monedas a las fuentes de agua, es una reminiscencia de antiguos sacrificios a deidades marinas, bajo una forma sacrificial.

En el Judaísmo, el elemento acuático, también reviste suma importancia:

Durante los tres primeros días de la Creación, el agua jugó un factor muy importante. En el primer día, “…el Espíritu de Elohim se movía sobre la superficie de las aguas…” (Génesis 1, 2). En el segundo día D’s separó las aguas de abajo, de las aguas de arriba a las que transformó en firmamento (Génesis 1, 7). En el tercer día, juntó las aguas de abajo y la tierra apareció. (Génesis 1, 9).

Cuando un judío despierta, lo primero que debe hacer es el ritual de purificación de las manos; se vierte agua de una vasija, primero en la mano derecha y luego en la izquierda, repitiéndolo tres veces de forma alternada y luego se dice “Bendito eres Tu, Adona-i, D’os nuestro, Soberano del Universo, Quien nos santificó mediante Sus preceptos y nos ordenó sobre el lavado de manos”. Esto debe hacerse así por tres motivos:

El despertar, para el judaísmo, es un pasaje entre el mundo onírico y el mundo de vigilia; esa transición entre los mundos deja restos que deben purificarse con el agua y la plegaria. Antes de hacer cualquier acción santa o sagrada, que requiera la utilización de las manos (como la bendición del pan o el comer) se debe hacer netilat iadáim, para separar lo santo de lo profano.

En tiempos antiguos, el agua también era importante en los ritos de purificación; se la usaba para limpiar a los leprosos y para purificar a aquellos que se habían impurificado al entrar en contacto con un cadáver (¡esto sigue siendo válido hasta el día de hoy
El Talmud tiene un tratado entero, “Makshirin” (Líquidos), sobre los efectos del agua sobre ciertos alimentos, a los que en que en determinadas condiciones puede volver impuros.

Finalmente, el agua es parte también de ciertos ritos de pasaje, a través de la Mikve. Mikve significa “colección”, especialmente de agua. Se utiliza este término comúnmente, para designar el baño ritual. En los casos en que una persona u objeto se ha vuelto impuro, debe hacerse una inmersión en un recipiente construido de acuerdo a las reglas establecidas por los rabinos. El uso de la Mikve también está indicado en las horas previas a un casamiento (tanto para hombre como para mujeres) y durante el proceso de conversión al judaísmo. En este último caso, luego de aprobar el examen ante un tribunal rabínico, la persona debe sumergirse totalmente en una Mikve, pronunciando tres bendiciones distintas.

Volviendo a las características del arquetipo del cruce, a las cuales estoy pasando revista encontramos entonces:

1) Está caracterizado por su drasticidad e indica un “punto de no retorno”, dado que el mismo se encuentra imposibilitado
2) No posee forma antropomórfica.
3) Suele preanunciar la conclusión de eventos sincronísticos que devendrán en sincronicidad
4) Es común la aparición en estos eventos del simbolismo del agua

El arquetipo del cruce puede, surgir en todo el espectro arquetipal, esto es que va desde el plano infrarrojo al psicoide y también en los dos planos oníricos diferenciados por C.G. Jung, el subjetivo y el objetivo. En terapia, lo más frecuente es la irrupción del mismo en las manifestaciones oníricas y en imaginaciones activas. Esto es en seriadas de sueños incluidas dentro del plano subjetivo.

Los parámetros que di, en cuanto a su descripción, permiten en la mayoría de los casos saber que uno se encuentra frente al arquetipo del cruce.

Sin embargo, existen numerosos ejemplos históricos que, indudablemente, grafican al Arquetipo del cruce.

Moisés, Según el relato bíblico, la hermana de Moisés, Míriam, observó la trayectoria de una pequeña cesta en el agua que contenía al niño y ella pudo haber sugerido el nombre hebreo Moshé. A la vez Moisés significa ‘engendrado por’ en egipcio antiguo. En su libro Antigüedades judías, el escritor judío Yosef bar Mattityahu (Flavio Josefo) da otra versión: mo: ‘agua’, uses: ‘salvado de’, que coincide con el sentido del nombre explicado por la Torá. Afortunadamente existe una fuente sumamente fidedigna que es el Éxodo 2:10 donde se narra: "Y cuando el niño creció, ella lo trajo a la hija del Faraón, la cual lo prohijó, y le puso por nombre Moisés, diciendo: Porque de las aguas lo saqué. Como quiera que fuese,el nombre de este patriarca judio ya preanuncia, de alguna manera lo que posteriormente será un hito tremendo en su vida, me refiero al cruce del Mar Rojo y la divisoria de aguas del mismo.

Aníbal Barca, cruzando los Pirineos y Los Alpes para derrotar al Imperio Romano en las grandes batallas campales como del lago Trasimeno o la de Cannae. Julio César cruzando el río Rubicón La noche del 11 al 12 de enero de 49 a. C. Julio César se detuvo un instante ante el Rubicón atormentado por las dudas: cruzarlo significaba cometer una ilegalidad, convertirse en enemigo de la República e iniciar la guerra civil.

Julio César dio la orden a sus tropas de cruzar el río, pronunciando en Latín la frase «alea jacta est» (la suerte está echada») según Suetonio. Aunque, de acuerdo a Plutarco (en sus “Vidas Paralelas”) Julio César citó en griego la frase del dramaturgo ateniense Menandro, uno de sus autores preferidos: «ἀνερρίφθω κύβος / anerriphthô kubos» que significa «¡Que empiece el juego!»).

De este evento proviene la expresión «cruzar el Rubicón» que expresa el hecho de lanzarse irrevocablemente a una empresa de arriesgadas consecuencias.

El General José de San Martín cruzando con el Ejército de los Andes de las Provincias Unidas del Río de la Plata (Argentina) entre el 12 de enero y el 8 de febrero de 1817, la cordillera de los Andes desde la región argentina de Cuyo hasta Chile, y enfrentar a las tropas realistas leales a la Corona española que allí se encontraban. El Cruce de los Andes es considerado como uno de los grandes hitos de la historia argentina, así como también como una de las mayores hazañas de la historia militar universal. Algunos autores lo toman como parte de un conjunto de acciones que integran el llamado Plan de Maitland.

Hernán Cortés que destruyó sus naves en la playa de San Juan de Ulua, México, para que sus hombres no pudieran regresar a Cuba. Y de donde deviene la expresión de “quemar las naves “, refiriéndose a una situación de “Todo o nada”.

Asimismo, Alejandro el Magno, mandó quemar las naves de su propio ejército, diciendo, según está documentado lo siguiente:

"Contemplad como arden los barcos. Es la única razón por la que debemos vencer, ya quede no hacerlo jamás regresaremos a nuestros hogares y ninguno de nosotros volverá a reunirse con su familia ni podrá abandonar esta tierra que hoy despreciamos. Debemos salir victoriosos en esta batalla, pues el mar es nuestro único camino de vuelta. Caballeros, cuando regresemos a casa, lo haremos de la única forma posible: en los barcos de nuestros enemigos"

En junio de 1812, la Grande Armée, del Emperador Napoleón Bonaparte formada por 691.500 hombres, el mayor ejército jamás formado en la historia europea hasta ese momento, cruzó el río Niemen y enfiló el camino de Moscú. En ese momento, la Grande Armée se componía de una fuerza central de asalto de 250.000 soldados bajo el mando personal del Emperador, otras dos líneas de frente bajo el mando de Eugène de Beauharnais (con 80.000 hombres) y Jérôme Bonaparte (con 70.000). La Grande Armée contaba además, de una reserva de 225.000 soldados.
Si bien, el Emperador, tomó Moscú, la nieve del invierno ruso redujo irreparablemente su ejército a menos del 2% y signó el ocaso del Imperio Napoleónico.

En todos los casos históricos descriptos, el elemento agua, se encuentra presente en cualquiera de sus expresiones, ya sea la nieve del invierno ruso, los Pirineos o los Andes, o líquido, como el Rubicón o el Océano Atlántico. Aquí aparece el Arquetipo del Cruce. Cuando uno percibe el llamado del destino que nos tiene reservado la vida. No hay vuelta atrás. No existe la posibilidad de dar vuelta atrás.

El cruce, se constituye en el lugar de la elección entre el mal o el bien, es el ámbito donde equivocarse, pero también en donde acertar. Es el lugar de las invocaciones a los dioses, y también a los demonios.

En la clínica psicoterapéutica el arquetipo del cruce suele surgir desde dos vertientes. La onírica (los sueños; la imaginación activa) y la artística. (Plástica, literaria)

Metodológicamente, sugiero a mis pacientes la elaboración de un libro de sueños, en tanto y en cuanto, esto da la posibilidad de objetivar el contenido onírico al verterlo en símbolos.

Estos sueños, que a menudo devienen en complejas historias, suelen ser, con el tiempo, objetivos testigos del devenir del sentido de vida del paciente.

El arquetipo del cruce, por una cuestión intrínseca a su esencia, debe ser cruzado, atravesado, para adquirir su sentido. Mientras no lo sea, solo cabe analizar la situación curiosa y potencial del mismo, que aún no ha devenido en su significado.

Esto quiere decir que, a menudo, muchos sueños refieren a la posibilidad o imposibilidad de efectuar la transición de un estadio a otro, pero no cumplido.

“Soñé que manejaba mi auto por la calle Uruguay, no lejos de mi oficina. A mi derecha se encontraba mi mujer y en la parte de atrás, mis tres hijos. La lluvia había devenido en un tremendo temporal y la calle comenzaba a inundarse. El agua subía y la situación en el auto era bastante incómoda. Los vidrios, a pesar del limpiaparabrisas estaban empañados y se dificultaba la visión. Yo sabía que la crecida, producida por el taponamiento de las alcantarillas, llegaría al motor así que traté de doblar hacia otra calle. Sin embargo por las otras calles, el agua estaba más crecida y arrastraba algunos coches a la deriva. Quería tomar la primera avenida, Corrientes, pero con impotencia veía que iba perdiendo el control del automóvil. Me desperté angustiado.”

El soñante es un hombre de mediana edad. Luego de la desaparición de su padre durante los años de represión, el debió hacerse cargo de su familia, su madre y un hermano menor. Profesional, se encontró desde su adolescencia tardía en un papel que le había sido impuesto por las mismas circunstancias de vida. Según el mismo refiere, no tuvo la posibilidad de tener muchas amistades ni conoció demasiadas mujeres.

Precisamente, la primera mujer con la que salió, devino su esposa. Esta manifestó una gran resistencia, que se prolongó con los años, a tener relaciones íntimas. A pesar del deseo manifiesto de tener hijos, el primero en llegar, tardó poco más de diez años en ser concebido, dada la dificultad y la resistencia a la sexualidad. Luego del primero, y más que nada debido a un tratamiento de fertilización, devinieron mellizos.

Al llegar a la mitad de la vida, el paciente se enamoró profundamente de una compañera de trabajo y, por primera vez en su vida, entabló una relación dual y paralela.

En la imposibilidad de seguir manteniendo por más tiempo la misma, inicia tratamiento con el fin de decidirse por un u otro camino. No obstante, el tiempo siguió pasando y la decisión no llegaba y, por último, se vio que la resolución adoptada era precisamente la de continuar así.

Al tiempo, tuvo un episodio de cardiopatía. Poco antes del mismo, tuvo el sueño referido anteriormente…

Otro ejemplo, esta vez dentro del plano psicoide, del arquetipo del cruce, es el siguiente:

Una enfermera de mediana edad, tenía, como curiosamente muchas mujeres de su profesión, una vida afectiva sumamente irregular.
De una primera pareja habían nacido dos hijas, la mayor de las cuales, ya adolescente, había sido víctima de un cierto tipo de abuso sexual por parte de la entonces pareja de la madre.
Frente a este episodio y a pesar de que la madre apartó en malos términos a su entonces pareja, la hija decide irse de la casa, con una pareja, bastante problemática.
La madre cae en un cuadro depresivo y acude a consulta. Pasados no más de seis meses en terapia, refiere un curioso episodio que origina este caso.
La paciente, a la que llamaremos Ana vive en una casa muy antigua cuyas habitaciones, cuatro en total, dan a un patio, a la vieja usanza de los típicos conventillos de inmigrantes de principios de siglo XX.
Hacía unos días, no se preocupó por anotar un sueño en el que aparecía su hija en riesgo de ahogarse, por lo cual, lo tenía un tanto difuminado, lo que alcanzó a contar fue aproximadamente lo siguiente:

Mi hija se estaba bañando en el mar, supongo que era Mar del Plata. De pronto la gente que me rodeaa, que es mucha, comienza a aplaudir como cuando se extravía un niño en la playa. Veo a lo lejos que mi hija está manoteando y alzando las manos porque no puede nadar y se está ahogando. Me angustio y me despierto…

La mañana anterior a su sesión, al salir de su dormitorio y pasar, necesariamente por el patio, se encontró de golpe con que los caños de agua corriente, que pasaban rodeando el patio, habían explotado casi al unísono.
Ana se mojó totalmente, y fue corriendo a cortar la llave de paso y llamar a un plomero.
Con todo el patio inundado, escucha sonar el timbre de la casa y quien llama a la puerta resulta su hija que venía de nuevo a vivir con ella porque había abandonado a su pareja por golpeador.
Este hecho, es realmente interesante y se encuadra dentro de la Sincronicidad, en la cual, tal como referí anteriormente, está, generalmente implícito el arquetipo del cruce.
Sin embargo, el final de la historia es aún más curioso. Pasados menos de un año, Ana decide convivir nuevamente y con el mismo plomero del episodio referido. Es de esperar que, esta vez, haya tenido más suerte…

Quiero concluir este trabajo, incluyendo dos obras plásticas que en si, no solo son impactantes sino también grafican visualmente al Arquetipo del Cruce.

Ellas son:

La Gran Ola (de Kanagawa) de Katsushika Hokusai (葛飾 北斎 ), conocido como Hokusai (北斎 ) (Edo, actual Tokio, 12 de octubre de 1760 - 10 de mayo de 1849)



Esta estampa representa una tempestad en alta mar en el momento que la cresta de una ola está a punto de romper sobre la barca de unos marineros, justo en el centro y al fondo se ve el monte Fuji. Se duda que Hokusai alguna vez llegara a ver alguna vez esta perspectiva. La sensación que produce la inminente colisión de la frágil barca pescadora con el tsunami es, visualmente similar a la angustia que suele generar, la irrupción del Arquetipo.

Otro ejemplo de Arquetipo del cruce es la Pintura al óleo sobre lienzo La Balsa de la Medusa, cuadro pintado por Theódore Géricault entre 1818 y 1819, cuando tenía 27 años y que, actualmente se conserva en el museo del Louvre, París. Gericault fue el iniciador del Romanticismo francés y la figura principal del mismo.



En 1816 una fragata francesa encalló cerca de Marruecos. No habían suficientes botes salvavidas. Los restos del navío formaron la única balsa que mantuvo a 149 personas. La tempestad los arrastró al mar abierto por más de 27 días sin rumbo.

La dramática experiencia de los sobrevivientes impresionó a Gericault, que hizo un estudio sustancial de los detalles para esta pintura. Entrevistó a los supervivientes, a los enfermos e incluso vio a los muertos. Horrorizado reprodujo la íntima realidad humana en esa situación La obra, La balsa de la Medusa, transmite no solamente la desesperación del naufragio, sino también la imposibilidad de revertir la situación. Algunas figuras, se encuentran entregadas a su suerte, otras buscan en el horizonte, una alucinatoria salvación, pero lo que las une es ese espacio: la barca, de la cual no pueden salir y que constituye al mismo tiempo que prisión y única esperanza, una tremenda simbolización del arquetipo del cruce.


Nota de la Redacción: "Cuadernos de Pensamiento Junguiano" es una publicación semestral de la Fundación C. G. Jung de Psicología Analítica. Los trabajos se encuentran protegidos bajo las leyes de Propiedad Intelectual de la Nación y pueden ser mencionados, respetando su autoría y origen. La Fundación no se responsabiliza por el contenido u opiniones de los mismos.

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