MITOLOGIA / LA LITERATURA SIGNIFICATIVA

Por: Susana Cervantes Centurión (México)

Psicóloga.
Egresada del curso de Especialización en Psicología Analítica
Noviembre 2002
Buenos Aires, Argentina

ÍNDICE

· Introducción, una propuesta femenina.

· La mujer inmersa en dos culturas que nos ligan a una sabiduría religiosa de la vida, los MAYAS de Yucatán y los AZTECAS.

· Un acercamiento a la teoría psicológica analítica.

· Ixchel y Tlazoltéotl, diosas de la totalidad.

· El ser femenino en un reencuentro con lo masculino.

· Conclusiones, la realidad femenina de la Diosa a través del entendimiento del origen.

Bibliografía.



I. INTRODUCCIÓN


Una propuesta femenina


Los astros historias nos cuentan.
El secreto es uno: aprendamos su lengua.
Y vamos buscando la meta:
“¿Cuál es el futuro?”
Mira hacia atrás y encuentra.
Le eek’o’obe’ ku ya’aliko’on tsikbal
le ba’ale ma’ ojelan chéen junp’éele’: ko’ox kanik u t’aanil.
Bíin kaxtik u xuulil:
Ba’ax ku taal. Ka suunak u yich ku kaxtik.

Lourdes Cabrera
Traducción al maya: Aracely Poot Cen



A partir del trabajo analítico sobre mi femineidad, mi ser profundo hace un llamado a mi ser consciente por medio de un sueño en el que aparecen entre otros símbolos, dos tipos de Iglesias, una primitiva y la otra contemporánea, en medio de ellas se hace presente una mujer de piel tostada a quien le entrego un animal para que sane de una herida, ella lo hace; en seguida se acerca a mí para enseñarme el valor que tiene la búsqueda del conocimiento y sabiduría del origen. De esta conexión con mi inconsciente colectivo, apoyo la necesidad de realizar un estudio arquetipal en dos diosas con una importancia femenina significativa para dos civilizaciones que sustentan mis orígenes, los Mayas de Yucatán, de quienes me considero heredera cultural por haber nacido en la tierra que crearon y al haber mamado desde niña innumerables relatos de una nana descendiente natural maya, y de los aztecas, de quienes me siento ligada por la honda razón de ser mexicana.

Tomaré como referencia los rasgos y personalidad de dos diosas, Ixchel (maya) y Tlazoltéotl (azteca), diosas de la totalidad que representan a la mujer madura en plenitud; para descubrir en ellas la imagen de mujer que han dejado impresa y nos han legado; de qué manera modelaron la vida y esencia de quienes las veneraron, qué riquezas y misterios existen en estos arquetipos. Este trabajo no sólo intenta revelar la realidad femenina a través del ser de estas deidades, sino el papel que tuvieron en la experiencia humana y religiosa, qué lazos crearon con la tierra y con el alma de sus seguidores y cual la razón por la que el ser femenino tuvo en estas culturas un papel preponderante.

Los elementos históricos provienen de relatos anteriores y posteriores a la conquista, de cronistas de la época con una visión católica cristiana (perspectiva en donde la mujer ocupa un rango secundario en cuanto a una posición jerárquica); y de otros profesionales, quienes se han interesado por difundir la historia lo más apegado posible a la realidad de la época; sin dejar de tomar en cuenta las características socio-religiosas de la mujer.

El análisis será planteado desde la teoría psicológica establecida por Carl Jung, cuyas aportaciones sobre el inconsciente colectivo y los arquetipos, ofrecen excelentes herramientas para la comprensión de la totalidad psíquica así como de la psicología humana y religiosa, lo que nos da la posibilidad de restablecer la necesidad humana del sentido espiritual, desde un entendimiento del anima y reencuentro con el animus. Jung nos recuerda que para poder ver las cosas en su verdadera perspectiva hay que comprender tanto nuestro pasado como el presente, de ahí el rescate de nuestros mitos y símbolos.

¿Qué tienen qué decirnos las imágenes arquetipales de estas diosas? ¿Cuál es el tipo de mujer que éstas culturas plasmaron en ellas? ¿Después de una observación y análisis, qué tipo de validez le otorgaremos a la mitología dentro del trabajo personal y terapéutico? ¿Encontraremos algún aspecto del mito que se relacione con nuestra propia vida?

Estas diosas, pertenecen a dos pueblos que nos ofrecen la posibilidad de contactarnos con lo primigenio y de proveernos del sentido que otorga la existencia emparentada con lo sagrado.


II. La mujer inmersa en dos culturas que nos ligan a una sabiduría religiosa de la vida, los MAYAS de Yucatán y los AZTECAS.

In zan tictlazotzetzelohua,
in motechpa ye huitz in monecuiltonol,
¡Ipal nemohua!

Realidades preciosas haces llover,
de tí proviene tu felicidad,
¡Dador de la vida!
Netzahualcóyotl (Emperador y poeta Azteca)



La existencia para los Mayas y los Aztecas es profundamente religiosa, la religión se constituye como eje central de su estructura vital. El arte, la ciencia, la educación, la cultura, la economía y hasta la sexualidad, están impregnados de una fuerte esencia religiosa. La vida diaria imbuida de esta manera, desarrolló en ellos un gran sistema de relación Hombre-Dios-Universo.

Concebían a sus dioses como energías sagradas que se manifestaban en los astros, en el poder de los animales y en las fuerzas de la naturaleza; el numen capaz de determinar el devenir del universo.

Concebían a sus dioses como energías sagradas que se manifestaban en los astros, en el poder de los animales y en las fuerzas de la naturaleza; el numen capaz de determinar el devenir del universo. Aunque las deidades podían transitar por los distintos espacios cósmicos, había dioses y diosas característicos para cada uno de los tres niveles del universo. 1

La representación del mundo en los Mayas es como una inmensa Ceiba 2, cuyas hojas y ramas son el cielo, el tronco la tierra y las raíces el inframundo. Representado también como una cruz que señala los cuatro puntos cardinales. Todo ello fue creado por Hunab Ku, padre de todos los dioses; Ixkanleox, vendría a ser la madre de los dioses. Existieron dioses maléficos o benevolentes, interrelacionados entre ellos y a los que habían que satisfacer con ofrendas y sacrificios para conseguir sus favores o evitar sus castigos; Itzamná (el dragón) es una especie de Júpiter maya, jefe de todos los demás dioses, inventor de la escritura y emparentado con el resto de dioses del cielo; Kinch Ahau, dios del sol; Ixchel, diosa de la luna, deidad femenina por excelencia y que junto con el sol marca los ritmos de la vida; Kukulcán, la serpiente emplumada (Quetzalcóatl para los aztecas) dios de la guerra; Chaac, la lluvia, se consideraba igualmente sagrada y en ocasiones también es una serpiente. En el plano terrestre, surgen una multitud de deidades, además de la Gran Madre Tierra, los Señores del monte y de los animales, protectores de la naturaleza, así como el dios del maíz, Yum Kax. Finalmente, en el nivel más profundo del inframundo vive Kisin, "el hediondo", o Ah Puch, "el descarnado”. Además, eran los mayas agricultores por excelencia y acompañaban los ciclos de la cosecha con rituales religiosos. A los sacerdotes se les designaba la importante tarea de realizarlos y ofrecerlos a las deidades de la naturaleza para que se obtuvieran cosechas abundantes. Los Jmeen’ob (sacerdotes indígenas), al celebrar los cultos tradicionales, funcionaban principalmente como propiciadores agrícolas.

Entre las principales divinidades aztecas están Quetzalcóatl, padre de los hombres; Huitzilopochtli, dios bélico y manifestación del dios solar y Tezcatlipoca. En la parte superior del universo está Mixcóatl, la serpiente de nube, es decir, la Vía Láctea; Tlahuizcalpantecuhtli, el Señor de la casa del alba; Coyolxauhqui, pintada de cascabeles, diosa lunar. El dios del Sol era Tonatiuh, "el resplandeciente, el águila que asciende". Además de las estrellas, encontramos algunos astros que tienen un dios propio. El más conocido de todos es el planeta Venus, que tenía por deidades a los gemelos Quetzalcóatl y Xólotl, debido a la dualidad que presenta el astro (estrella vespertina y lucero de la mañana). Para los aspectos de la vida sexual se atribuyen los dioses, Xochipilli, dios de las flores, del amor, de la fertilidad y de las relaciones sexuales ilícitas; al igual que su esposa, la diosa Xochiquétzal, quien, además era protectora de la prostitución. Tlazoltéotl era la diosa del placer, la voluptuosidad, la fecundidad y la fertilidad. Ella protegía a las parturientas, a las parteras, a los hechiceros relacionados con el mundo amoroso y a los hombres de intensa actividad sexual. Además existen variedad de dioses de la tierra, del agua y de la vegetación.

Los aztecas tuvieron una fuerte influencia política y social en el México prehispánico, además de que ejercieron un importante dominio sobre los demás grupos indígenas de la región; destaca de su civilización la avanzada orga-nización social y económica englobada en una compleja religión politeísta.

¿Qué cabida encuentran los sacrificios humanos en el plano religioso? Se puede decir que los aztecas eran mayormente más sangrientos que sus contemporáneos mayas, debido quizá a que los primeros basaban su orga-nización en una teocracia militar, mientras que los mayas daban mayor importancia a la agricultura y al desarrollo de la cultura, la ciencia y las artes; pero para ambos el sacrificio humano tenía un mismo objetivo y mirada hacia los dioses. El sentido de la ofrenda de sangre humana (y en menor medida de animales) era alimentar a las deidades solares para asegurarse la continuidad de su aparición cada día y con ello la permanencia de la vida humana, animal y vegetal sobre la Tierra. Los aztecas, se sentían en deuda con sus dioses, ya que la humanidad había sido creada por éstos a base de sacrificios, si el hombre ha sido creado por este sacrificio, debe con honor corresponder ofreciendo su propia sangre; surge una correlación, puesto que los dioses necesitan que el hombre los mantenga con su propio sacrificio y les proporcione como alimento la sustancia mágica, la vida, que se encuentra en la sangre y en el corazón humanos. 3

Para que el dios sol alumbrase, era necesario que comiese corazones y bebiese sangre, Alfonso Caso lo relata de la siguiente manera al referirse a los Aztecas: “El pueblo del Sol, conducido por los sacerdotes del Dios, se establece en medio del lago de la luna, y de allí va a emprender su misión, que no es otra, sino colaborar por medio del sacrificio humano en la función cósmica, que representa la ayuda que debe proporcionar el hombre al sol..” (Alfonso Caso 1971). El sol viene a representar el bien, y los aztecas deben colaborar en la función cósmica por medio del sacrificio humano, de esta forma ayudan al Dios para que pueda luchar contra sus adversarios. La muerte como sacrificio era considerada un fallecimiento honorable. Para los guerreros el honor máximo consistía en caer en la batalla u ofrecerse como voluntarios para morir en las ceremonias importantes. También se realizaban las llamadas guerras floridas con el fin de hacer prisioneros para el sacrificio. Los sacrificios humanos religiosos (que incluían la extracción del corazón y el desmembramiento del cuerpo) favorecieron para los aztecas el conocimiento de la anatomía.

Sin el hombre, los dioses sucumben y sin los dioses, el universo se acaba. El hombre debe alimentarlos y así nutrir su espíritu. Para los mayas la diversidad de esta alimentación va desde ofrecimiento del humo de copal, aromas de flores, olores de frutos y alimentos cocinados. El principal rito no dejaba de ser con la energía sagrada que los dioses emplearon, su propia sangre, donde reside el espíritu o energía vital; y de esta manera estos ritos se convertían en representaciones físicas de sus mitos. 4

El ritual da forma a la vida humana desde lo profundo, por lo que tanto los mayas como los aztecas necesitaron de él para que sus acciones se representaran a través de lo religioso (Joseph Campbell 1988:59) y así los llevara a situarse de lado de los dioses. Las ceremonias rituales a veces se hacían por medio de sacrificios humanos, sacrificios de animales y ofrecimiento de elementos naturales. En las grandes solemnidades los sacrificios eran aún más cruentos. Los aztecas presentan también otras variantes en el ejercicio de los rituales, por himnos cantados en los templos, bailes, simulacros de caza y de guerra, juegos, representaciones teatrales y ceremonias deportivas. Estas costumbres eran importantes, ya que los introducían al mundo del ser y de esta forma el alma adquiría conocimiento.

Creían que el mundo de los vivos, el de los muertos y el de los dioses, estaban unidos por caminos en forma de serpientes fantásticas por donde transitaban las ánimas.

Para ambos pueblos, el bien y el mal son igualmente divinos y la lucha de la humanidad se ve afectada por estas dos fuerzas. El universo tiene tres partes, el cielo, la tierra y el inframundo. Las creencias religiosas estaban íntimamente ligadas a los ritos funerarios. Hablan de un inframundo, el Mitnal, infierno maya, reino de Ah Puch señor de la muerte y para los aztecas, el Mictlán, reino de los muertos, gobernado por Mictlantecuhtli y por su esposa Mictecacíhuatl. La llegada a algún mundo inferior o superior no se designaba por un acontecimiento de vida, ni tenía una consecuencia moral, sino según el tipo de muerte que se tenía. Ejercían un importante culto a la muerte, los lazos entre las tres esferas del universo eran fervorosamente mantenidos mediante ritos propiciatorios, rezos y plegarias. Conducían a los difuntos hasta el cielo correspondiente, y eran también el camino de retorno desde su lugar junto a los dioses hasta la resurrección en el vientre de las mujeres embarazadas. Los guerreros muertos en batalla, las mujeres fallecidas durante el parto, los sacerdotes, los sacrificados y los miembros de la elite social, viajaban al cielo más alto y paradisíaco. El suicidio era una forma segura de pasar a mejor vida; un cielo con muchos deleites, regido por la diosa maya del suicidio, Ixtab.

El calendario, era la médula que regía el flujo de la vida religiosa, en los meses del calendario solar azteca que están dedicados a las diosas, sacrifican mujeres en su honor, mientras que los meses dedicados a los dioses, sacrifican hombres ó guerreros en su honor, éstos desarrollaron su calendario en base al de los mayas; para éstos, los ritos de ofrenda a favor de los dioses, eran efectuados en fechas determinadas, principalmente al final de cada período calendárico.

Según la cosmogonía maya, el universo se construía y destruía, había una partida histórica del caos al cosmos y viceversa. Sus rituales remitían a la creación y al origen, en estas ceremonias hacían representaciones dramáticas de los mitos y de las historias de los antepasados ilustres que eran venerados. La idea central de los mitos mayas era la de concebir al mundo con la finalidad de servir de habitación a un ser consciente, que pudiera reconocer, venerar y alimentar a sus creadores y así los dioses infundieran vida al cosmos y al hombre.

Los aztecas eran fervientes creyentes de sus mitos, esto se demuestra en la fuerte creencia que tuvieron al hacer surgir su imperio sobre un lago, desde una base tan poco esperanzadora; fueron capaces de consolidar un reino poderoso en sólo dos siglos, se debió en parte a su creencia en el mito, según la cual fundarían una gran civilización en una zona pantanosa en la que vieran un nopal (cactus) sobre una roca y sobre él un águila devorando una serpiente. Mircea Eliade menciona la importancia del mito en la medida en que garantiza al hombre la seguridad de que lo que se dispone a hacer ha sido ya hecho, le ayuda a disipar cualquier duda “¿por qué tener miedo a instalarse en un territorio desconocido cuando se sabe lo que se debe hacer?”, hay que repetir el ritual cosmogónico y el territorio desconocido (caos) se transformará en cosmos (Mircea Eliade, 1978: 149).

Al profundizar en estos dos grupos, no hay que dejar de lado la visión que tenían sobre el hombre y la mujer En este punto puede decirse que los aztecas tenían más en consideración a la parte femenina que los mayas, aunque para ambos, la mujer tenía un papel relevante, pero aún así no compartieron una igualdad en el ejercicio de la vida, los hombres respaldados por la mirada de los dioses, tomaban siempre las decisiones primordiales. La mitología azteca tiene como creador a un principio dual, masculino y femenino, Tonacatecuhtli y Tonacacíhuatl, nuestro señor y nuestra señora de la subsistencia, quienes a su vez son los padres y creadores de las demás divinidades. Los dioses aztecas siempre se encargan de crearle al hombre una mujer como compañera buscando también generar en ellos una descendencia. Cuando los aztecas salen en busca de la tierra prometida, cuatro personas son las que guían al pueblo, Quahcóatl, Apanécatl, Tezcacoácatl y una mujer llamada Chimalma. El cuarto sol, en la creación del mundo, es una diosa, Chalchiuhtlicue, la de las faldas de jade y hermana de Tláloc, los tres soles anteriores habían sido dioses. El reino de Mictlán (reino de los muertos) estaba gobernado por el señor del inframundo, Mictlantecuhtli y por su esposa, Mictecacíhuatl. Además de estas deidades, existían otras parejas de dioses que pobablan la región del Mictlán, Ixpuzteque (el que tiene el pie roto) y su esposa Nezoxochi (la que arroja flores), Nextepeua (el que riega ceniza) y su esposa Micapetlacalli (caja de muerto), Tzontémoc (el que cayó de cabeza) y su esposa Chalmecacíhuatl (la sacrificadora). Al tiempo de establecerse en Tenochtitlán, tenían por gobernante a llancueitl, una señora principal. En 1378 se eligió como primer monarca Azteca a Acamapichtli, esposo de llancueitl. Existían numerosas clases de sacerdotes y sacerdotisas especializados en el culto de los dioses, la medicina era también practicada por hombres y mujeres, los sanadores aztecas podían ser hombre o mujer, y sólo las mujeres se encar-gaban de ayudar en los partos; si alguna mujer moría durante éste, compartían la muerte de honor de los guerreros. Los padres vigilaban la educación de los hijos, mientras que las madres, la de las hijas; aunque la educación era impartida por los sacerdotes en las escuelas. Había dos escuelas importantes dedicadas a la educación de los niños y jóvenes, donde estudiaban las artes, las ciencias y la religión, se preparaban también para la milicia ó la administración pública. Hubo escuelas para las jóvenes que aspiraban a ser sacerdotisas, además de que aprendían a tejer y hacer trabajos para las estancias sacerdotales, si bien se les enseñaban las labores domésticas, éstas eran funciones gobernadas por ellas. Se procuraba fortalecer el carácter de los niños mediante castigos severos y el fomento de los valores primordiales así como el respeto a los padres y a los ancianos, el rechazo a la mentira y al libertinaje, la misericordia con los pobres y los desvalidos. Los jóvenes aprendían música, bailes y cantos, además de religión, historia, matemáticas, interpretación de los códices, artes marciales, escritura, conocimiento del calendario, entre otras disciplinas.

El numen creador maya también es una dualidad, el Padre y la Madre quienes por medio de la palabra, hicieron emerger la tierra y los seres que la habitaban. En la cosmología mesoamericana existía un concepto dualista de lo masculino y lo femenino. Habían numerosos pares de dioses. Este concepto de unidad dual también se dio en Itzamná y su pareja Ixchabel Yaax ó Ixchel en la región maya, diosa considerada por algunos autores como la gran madre de quien procede toda la humanidad. Para otros, los primeros pobladores fueron todos masculinos, ya que la creación concluyó con los hombres de maíz, que fueron cuatro: Balam-Quitzé (Tigre sol o Tigre fuego), Balam-Acab (Tigre tierra), Mahucutah (Tigre luna) e Iqui-Balam (Tigre viento o aire). Éstos estaban dotados de inteligencia, eran buenos y hermosos. El desarrollo de los seres humanos se identifica entre los mayas con el principal cultivo y fuente de sustento, el maíz, de maíz amarillo y de maíz blanco se hizo su carne; de masa de maíz se hicieron los brazos y las piernas del hombre. Únicamente masa de maíz entró en la carne de los primeros padres, los cuatro hombres que fueron creados (Enciclopedia Yucatanense Tomo II). Pero se cree que también en los orígenes, se dio una sucesión matrilineal en la cultura Maya preclásica de Yucatán, en la que las mujeres concibieron su descendencia sin conocer varón y ocuparon cargos de cacicas, gobernadoras y reinas.

Para los Mayas, los partos estaba en manos de los J-meeno’ob y de las parteras, las Aalansajo’ob, quienes estaban también encargadas de restablecer el equilibrio entre el hombre, la salud y la naturaleza y son las intermediarias entre los hombres y los seres o dioses. Pero en la danza tanto los hombres como las mujeres tenían sus propios bailes, rara vez bailaban juntos. Las mujeres ejercían un importante papel en la economía familiar, grandes artesanas y tejedoras, criadoras de animales y expertas en la elaboración de bebidas y comidas de las fiestas religiosas.

En situaciones de herencia, las mujeres no podían heredar, si un padre sólo tenía hijas, pasaba sus pertenencias a sus hermanos varones, y si llegasen a faltar los hermanos, los sacerdotes y gente principal elegían un hombre respetable para quedarse con la herencia (Fray Diego de Landa, 1997). Lo femenino como fuerza cósmica no era una presencia que se impusiera sobre lo opuesto, más bien, para los mayas el equilibrio era importante como una fuerza sustentadora del universo y de la sociedad. Masculino y femenino no eran excluyentes. (Santana, El género en la historia en: Unicornio No 258: 11).


III. Un acercamiento a la teoría psicológica analítica.

“¿Qué puede significar una religión sin mito, siendo así que la religión,
si tiene alguna función, es precisamente la de
ponernos en contacto con el mito eterno?”
Carl G. Jung



Estas dos culturas nos ponen en contacto con la esencia divina a través del mito, al tener una relación con las cosas desde una visión sagrada les crea un lazo de pertenencia a Dios, los liga a él y en definitiva a ellos mismos. En nuestro tiempo, nos otorga la posibilidad de reencontrar este espacio sagrado. ¿Por qué volver la mirada a los dioses? Significativo es que las mujeres prehispánicas tenían sus propias diosas que presidían su vida familiar y modelaban sus actitudes determinando el modo en que cada una debía comportarse en todos los aspectos de su vida, entendían que llegaban a ser a partir de su relación con las deidades, con sus modelos de vida.

Un dios es una personificación de una fuerza motivadora o de un sistema de valores que funciona tanto en la vida humana como en el universo, constituye los poderes del cuerpo y de la naturaleza (Joseph Campbell “El poder del mito”: 93). Con esto, queda claro que cada diosa tiene una representatividad específica, conforma una visión arquetipal que expresa los aspectos más importantes de las funciones femeninas.

C. G. Jung es quien nos introduce al concepto de arquetipo, palabra empleada antes por Platón, Filón de Alejandría, Ireneo, Cicerón, Plinio y otros (C.G. Jung 1970: 10; 1949: 86). El inconsciente está guiado por una tendencia instintiva representada en formas de pensamiento llamadas arquetipo; éste designa una imagen originaria que debe aplicarse a las representaciones colectivas, expresa elementos psíquicos que no pertenecen a la esfera consciente, por lo que habla contenidos inconscientes. Los arquetipos aparecen como mitos en la historia de los pueblos y también en cada individuo en particular, es un patrón de vida heredado en la especie humana, cuya iniciativa y energía específica contiene formaciones de pensamiento propio al intervenir en situaciones determinadas. C.G. Jung demostró que los arquetipos pueden surgir espontáneamente en toda época y lugar sin necesidad de ser influidos por algún tipo de transmisión. Los arquetipos son contenidos del inconsciente colectivo, el cual es considerado como un estrato más profundo que no se origina ni en la experiencia ni con la adquisición personal, sino que es un atributo innato, cuyo término colectivo indica una naturaleza universal, sus contenidos son los mismos en todas partes y para todos los individuos. Todo lo que se considere como general es colectivo, lo que existe como un patrimonio global, vivencias colectivas que a través de generaciones van modificando la estructura psíquica y que se transmiten hereditariamente. Los motivos mitológicos y religiosos en los sueños indican la actividad del inconsciente colectivo (C.G. Jung 1964: 105).

Es necesario aclarar otros términos pertenecientes a la teoría analítica, y que entran en relación con el arquetipo, como son el anima y animus. El anima es un arquetipo que en su proyección tiene siempre una forma femenina con determinadas propiedades, representa también al arquetipo de la vida; en cada hombre y mujer existen estos arquetipos, pero el anima como arquetipo femenino es una figura que compensa la conciencia masculina, personifica las tendencias psicológicas femeninas en la psique de un hombre, manifestándose desde el inconsciente su lado femenino interno. El animus como arquetipo masculino viene a ser la figura que compensa la conciencia femenina, y así como el hombre hace brotar parte de su creación de su femenino interno, así también el masculino interno de la mujer crea elementos capacitados para fecundar lo femenino del hombre. Cualidades de sensibilidad, intuición y mediación; entre otras, depositará el anima en la conciencia del hombre si éste sabe reconocer en su inconsciente este arquetipo de una manera positiva; y en el caso de la mujer la dotará de cualidades masculinas como la iniciativa, la objetividad, el raciocinio; si le otorga un óptimo uso.

Una mujer poseída por su animus corre el peligro de perder su femineidad, su persona femenina adaptada, lo mismo que el hombre en igualdad de circunstancias corre el riesgo de perder su masculinidad (C. G. Jung 1964:178) El arquetipo ya sea en anima o animus es una figura femenina ó masculina en la psicología del hombre ó de la mujer. Expresan en los mitos la idea de estas energías dentro del mismo cuerpo. Es importante subrayar que “el anima y el animus no se presentan únicamente en forma negativa. A veces aparecen como fuente de iluminación, como mensajeros y mistagogos”. (C. G. Jung 1988: 56).

C. G. Jung mencionó siempre la importancia de la mitología y religión en la vida del ser humano, ya que sin éstos elementos estaría incompleto; por lo que todo mito debe necesariamente llevarnos de regreso a nuestras creencias, conectar al ser con el espíritu y con la esencia religiosa. “Los arquetipos crean mitos, religiones y filosofías que influyen y caracterizan a naciones enteras y a épocas de la historia”. (C. G. Jung 1977: 76).

Supo de la existencia de Dios, si el hombre dejaba de contar con el espíritu de Dios, indudablemente aparecería un sustituto inconsciente. Sus observaciones hablan de la existencia de una imagen arquetípica de la divinidad, un arquetipo de importante significado y de gran influencia cuya vivencia tiene en alto grado la cualidad de lo numinoso, por lo que pertenece a la categoría de experiencia religiosa (C. G. Jung 1988: 99). El ser divino sólo es auténtico cuando alguien es consciente de él, ésta es la razón por la que el creador necesite del hombre consciente para subsistir. (C. G. Jung 1998: 21).


IV. IXCHEL y TLAZOLTÉOTL, diosas de la totalidad.

Wíinike' ma' tu páajtal u péeksik mix
juntúul ch'ik wáa ma' tu yáanta'al tumeen Yumbil.
El hombre no podrá mover ni una pulga si no es ayudado por Dios

Refranes populares: traducción al maya
Prof. Eleuterio Poot Yah



La palabra “Diosa” nos introduce a un Ser Divino Femenino, como tal es la madre, la dadora de vida, la que engendra. Hombres y mujeres en el principio las veneraron y sabían que estaban bajo su protección, ella era lo nutriente, era la abundancia, la fertilidad; pero también fue terrible, amada y temida como poderosa energía femenina.

Muchas culturas alrededor del mundo continúan con la veneración hacia las diosas. En la India, existe un panteón de numerosas Diosas y Dioses. Hoy, en Japón, la Gran Diosa Solar Amaterasu es honrada como la Madre Divina del Pueblo Japonés. La Diosa de la Compasión, Kwan Yi, conserva muchí-simos devotos en China. Los esquimales rinden honor a la Madre-Oceáno Sedna. En Brasil, Yemayá, la Madre Diosa del Mar es reverenciada con multitudinarias procesiones el primero de enero de cada año. En África, los Orishás son venerados como Dioses y Diosas. En la tradición judía moderna se sostiene la presencia de la Shekhinah y millones de católicos de todo el mundo adoran a la Virgen María como la Madre de Dios. (La Diosa de los mil nombres en http://www.bioetica-.org/prensa6.htm )

Las diosas que veneraron las culturas a las que no hemos estado refiriendo son Ixchel y Tlazoltéotl. La primera, diosa maya, abarca tanto núcleos terrestres como celestes, se le considera como una gran diosa madre relacionada especialmente con la luna. Patrona de la fecundidad, la procreación, el nacimiento de los niños, la medicina, la adivinación y el tejido. Muchas de sus representaciones en figurillas y esculturas es la de una mujer dando a luz.

Ix es un prefijo maya que identifica al sexo femenino, con Ixchel en su carácter de la deidad de la tierra, está vinculado el nombre de “Colel”, que es “Señora”, para los mayas de Yucatán, col significa milpa (el campo), mientras que en el Chilam Balam de Chumayel, aparece el nombre de Colel, Cab, “Señora de la tierra” (En: “Memorias del segundo coloquio internacional de mayistas” 1987: 1305). Félix Báez Jorge hace referencia en “Los oficios de las diosas”, que se indica en el diccionario de Motul, Blom (1983:306) que Ix Chel ó Ah Ix Chel significaría “Dios femenino del Arco Iris” o “Diosa del Arco Iris” esto resultante de las siguientes voces, Ah = Dios, Ix = femenino y Che l= arco del cielo. En los códices presenta numerosas personalidades, lo que suele ser común para la mayoría de los dioses mayas. Al aparecer tantas veces en estos documentos como representatividad de un importante cuerpo celeste, demuestra el poder de influencia que tenía sobre los elementos.

Era la consorte de Itzamná señor del cielo. Mientras su marido se muestra algunas veces como el dios sol, ella parece haber sido la diosa lunar. Era también la patrona de la preñez y la inventora del arte de tejer: (Morley, S. 1947: 218).

Como diosa creadora surge en varios códices con los siguientes nombres: en el de Dresde es una dama blanca con el símbolo del color blanco sobre su cabeza, llamada Sak Ix; Ix u na´kab, madre tierra que carga sobre sus espaldas a la deidad de la fiebre amarilla; Ix Kan Itzam Tul, bruja del agua a chorros, cuya función es verter el agua para producir las lluvias, con esta misma figura se le conoce también como Ix Kan, señora del maíz. En el códice Trocortesiano se encuentra a Ix Kan en función de tejedora, en otro espacio del códice aparece una figura femenina cuyo rostro tiene líneas blancas que sugieren arrugas llamada Sak Ix Nuk, vieja dama blanca, que tiene la función de tejer. La misma figura aparece más adelante con su glifo enriquecido con el símbolo Chak, que al ser agregado le da el nombre de Chak Sak Ix Nuk, la gran dama vieja ó poderosa dama vieja. (Hans Hasselkus 1998:163) También se le representa como una anciana vaciando su cántaro sobre la tierra o tejiendo un telar de cintura. Al representarse en los códices como dos personajes, una mujer joven y otra anciana, le fueron asignadas las letras I y O. Thompson interpreta a la diosa I como Ixchel, deidad lunar y a la diosa O como Ixchebel Yax como diosa del tejido (Thompson 1970:206-258). Para López de Cogolludo en Historia de Yucatán, Ixchebel Yax sería hija de Ixchel, la patrona del bordado e inventora de la pintura y de entretejer figuras en las ropas, (Enciclopedia Yucatanense Tomo II: 134); sobre el tejido, Thompson afirma que fue la primera que tejió, así estaba cuando atrajo la atención del sol y por ello se le consagró como patrona del oficio. Para Báez Jorge, todas son advocaciones de la misma diosa lunar, cuyas representaciones iconográficas varían en cuanto a las fases de la luna representadas en imágenes de mujer joven o anciana, por lo que le atribuye distintas edades para nombrar las fases cronológicas o calendáricas identificadas con las etapas evolutivas de los seres humanos. (Báez-Jorge 1988: 67). Realiza esta autor un cuadro de atributos de esta diosa en base a una síntesis de los materiales que cita; señala en la dimensión celeste los atributos de esposa del sol, asociada a los puntos cardinales, al arco iris, a la lluvia; mientras que con el nombre de Ix Chebel Yaz se le conoce como la esposa de Itzamná y asociada a la lluvia; en su dimensión telúrica y agraria Ixchel ejerce la fertilidad a las plantas; como Ixchebel Yaz la que da el color a los árboles, a la tierra, a los animales, en especial al pájaro carpintero; en la dimensión acuática, como Ixchel sólo está asociada al mar y a los lagos y cenotes; en su dimensión humana Ixchel es la diosa de la vida sexual, asociada al parto, a la muerte y a la salud; como Ixchebel Yaz, a la muerte y a la salud; en sus atributos específicos Ixchel es la patrona del tejido y del bordado y asociada a la magia, mientras que como Ixchebel Yaz es la patrona del tejido, del bordado y de la pintura.

Otros historiadores piensan también que es la misma diosa que reúne varias significaciones, como diosa joven representa la medicina y el parto, y como diosa vieja, la tierra, la vegetación y el tejido. Por lo que sintetiza la luna y la tierra, que en la mayoría de las culturas antiguas se han asociado a lo femenino. (Schmidt 1970: 245).

Distintas representaciones de la Diosa Ixchel

Venerada también como patrona de la medicina, era consideraba su advocación de importante ayuda en las curaciones y tratamientos que aplicaban a los enfermos; según Thompson, las representaciones que tiene esta deidad, son tablas de enfermedades donde los nombres de animales que lleva en la espalda, corresponden a nombres de enfermedades. Landa relata que cuando se juntaban los médicos y los hechiceros, con sus mujeres y sacerdotes echaban primero al demonio, después sacaban los envoltorios de sus medicinas y sendos idolillos de ésta diosa para estar bajo su protección; a esa fiesta le llamaban Ihcil Ixchel. También se le invocaba para conceder la preñez en las mujeres, llevaba el nombre de Ix U Sihual, señora luna del parto. Las mujeres para sus partos, dice Landa, acudían a las hechiceras para que les pusiera el ídolillo de la diosa debajo del lecho donde iban a dar a luz, ya que se le consideraba como la diosa de hacer criaturas (Diego de Landa 1959:58).

Tlazoltéotl, Códice Borbónico


Báez Jorge remite que Ruz Lhullier (1981:188-190) afirma que Ixchel puede considerarse una divinidad asociada a la mujer, a su vida fisiológica y a sus principales actividades y que por el temperamento licencioso que se le atribuía, estaba asociada a la procreación en sus diferentes fases: coito, embarazo y parto.

Ixchel era un personaje importante del panteón maya, aunque aparentemente en su aspecto destructivo se ve como poco amiga del hombre tomando la personificación del agua como elemento de destrucción, de las inundaciones y torrentes de lluvia. Se le representa generalmente rodeada por símbolos de muerte y destrucción, con una serpiente retorciéndose sobre su cabeza y huesos cruzados bordados en su falda (Morley, S. 1947: 218). Thompson señala en su Historia y religión de los mayas, que en Quintana Roo se cree que la luna influye bastante en la aparición de enfermedades y trastornos (Villa, 1945:136), por lo que también se le llegó a considerar como patrona de las enfermedades. En el códice Dresde se le ve representada inundando el mundo junto con Itzamná, lo que demuestra éste lado destructivo. Por lo que es una deidad multivalente y compleja, lejana y cercana según sea el caso.

Tlazoltéotl, diosa azteca, si bien no constituye la par de Ixchel como deidad en otra cultura, sí comparte con ella varios atributos y es considerada también una diosa que pertenece a la etapa madurativa de la mujer. Es la patrona de las parteras y de las recién paridas, de la medicina y de aquellos que echaban la suerte con granos de maíz. Está vinculada a la luna y a la noche, diosa terrestre y nocturna, suele mostrarse en vasijas de barro como la diosa de la luna dando a luz. Tlazolteotl fue primero "Gran Madre Tierra" y Diosa de la fertilidad, de los amores ilícitos, del adulterio y lujuria.

Se la representa cubierta con la piel humana de una víctima sacrificada a su culto, una banda de algodón sin hilar sobre la cabeza, decorada con husos que la convierten en la deidad de las hilanderas. (Adela Fernández 1992: 125). También se le representa dando a luz. (Yoloh González, diccionario de Mitología y Religión de Mesoamérica: 176-177).

Tiene un atributo muy interesante, que es el de ser la “diosa devoradora de inmundicias”, en el diccionario de Mitología y Religión de Mesoamérica, se le denomina como diosa de la suciedad. En el diccionario Porrúa, se le considera la diosa de la basura, su nombre representa un doble sentido haciendo también referencia a su carácter de diosa de la fecundidad, que el abono (la basura) aumenta los campos, con una faz puramente deleitosa y sexual.

Como comedora de inmundicias tiene la función de limpiar los pecados de los hombres, ejerciendo poder para perdonarlos, Sahagún relata en su Historia General de las cosas de la Nueva España, que después de que el penitente determinaba confesarse, iba a buscar a los sátrapas (adivinos que tenían los libros de las adivinanzas, de las venturas de los que nacen, de las hechiceras), delante de quien se confesaba y decía que quería llegar a Dios todopoderoso, invocando a esta deidad. Estaba la creencia de que al final de la vida de un hombre ella viene a él y al confesarle sus pecados, limpia su alma comiéndole las inmundicias. De aquí surge el rito de la confesión que se practica ante los sacerdotes de Tlazoltéotl.

Bajo su protección los ritos de confesión que se llevan a cabo son los de el Neyomelahualiztli, “arte de enderezar los corazones”, ceremonia que habla de una confesión pública o privada acompañado de un sacerdote frente a esta deidad. El sacerdocio de esta diosa tenía una particular importancia, ya que al ser la patrona de los partos y nacimientos, correspondía a sus representantes decir el horóscopo de la criatura basados en las combinaciones del calendario ritual, el tonalpahualli.

Se le asocian también varios nombres, como Tlazoltéotl o Ixcuina, como Xipe representada cubierta con la piel de una víctima; Sahagún dice que tiene tres nombres: Tlacultéotl, diosa de la carnalidad; Ixcuina y Tlaelquani, comedora de inmundicias. Adela Fernández menciona el nombre de Tlazolcuani como comedora de basura o cosas viejas y sucias, esto es, los desperdicios; y no en el sentido de que se los coma, sino porque al confesarse ante ella, los limpia acabando con los apetitos carnales y los pecados que se han cometido para dejarlos de esta manera limpios y perdonados.

Su característica fundamental es la venda de algodón sin hilar que lleva en el tocado decorado con los husos, por lo que también se le considera representante de las hilanderas. A veces lleva en las manos una escoba en el mes que se barre, “Ochpaniztli”, en el que se celebran las principales fiestas en su honor.

En su aspecto negativo se representa como la que trae las enfermedades, puede sostener en una mano mazorcas de maíz como símbolo de la vida y en la otra mano, un traqueteo, que era un instrumento ritual para la danza de la fertilidad, aunque también es un símbolo del látigo de la enfermedad. Cuando algún adulterio no es confesado por los que lo han realizado, éstos son castigados con la muerte y reciben el nombre de Tlazolteomicqui, “muerto por Tlazoltéotl”; los hombres recibirán el nombre de Tlazolteotlapaliuhqui y las mujeres Tlazolteotlcihuatl, que dan el significado de torpes, livianos, transgresores castigados por la diosa que devora cosas sucias. (Adela Fernández 1992: 126).

María de los Ángeles Ojeda Díaz, en su estudio sobre las diosas en los códices del grupo Borgia, habla de arquetipos que representan a Tlazoltéotl, como la madre, protectora de la lujuria, del adulterio, médica, adivina, hilandera y mujer guerrera. (En: http://www.arts-history.mx/diosas/cap51.html).


V. El ser femenino en un reencuentro con lo masculino.

”La resistencia frente a las palabras
masculino y femenino se debe en parte
a nuestra incapacidad para aceptar que todas las personas
tenemos energía masculina y femenina
y que ambas energías son divinas”.

Marion Woodman y Elinor Dickson.



El aspecto que es propio de las mujeres, lo que les pertenece, el conjunto de caracteres y rasgos originales que las denominan como un ser femenino deben de conocerse para llegar a un entendimiento propio y de los demás. Existen algunos autores que reconocen esta importancia, analistas junguianos que sugieren retomar el origen del ser humano desde el conocimiento de las diosas y los dioses, del manejo de los arquetipos desde las culturas que nos sustentan; así como la necesidad de abarcar los elementos establecidos por Jung como son el ánima y el animus.

Las diosas nos proveen de una necesaria participación con la esencia original y profunda del ser de cada uno, Shinoda Bolen afirma que cuando dejamos de adorar a la diosa y de respetar el ciclo de las estaciones y de la vida, perdemos nuestra relación con la tierra; lo que puede llevarnos a estados depresivos, por lo que se vuelve urgente restablecer la relación con la madre naturaleza, con el arquetipo de madre en su aspecto femenino. (Shinoda Bolen 1998)

El no reconocer a las diosas, el tenerlas dormidas puede hacer que al invocarlas se tenga un violento despertar, ya que cuando una mujer comienza a sentir y experimentarse, y se despabila su verdadera feminidad, suele desencadenarse la furia de la diosa abandonada, por lo que necesita reconocer que sus antepasadas corrieron quizá peor suerte que ella y no pasaron por etapas de iniciación en la feminidad, por lo que dejaron a sus hijos una herencia de cólera femenina inconsciente. (Marion Woodman 1990: 124). No hay que olvidar que en épocas pasadas, muchas culturas eran sociedades matriarcales y cuando fue surgiendo el sistema patriarcal y la dominación masculina, la mujer no supo canalizar sus poderes naturales y en la mayoría de los casos los convirtió en fuerzas autodestructivas. (Dunn, Manuela 1998: 47).

Jean Shinoda Bolen, desarrolla una teoría a través de la perspectiva Junguiana, en la que reconoce que las mujeres activan a determinadas diosas en su vida psíquica, habla de patrones internos que toman la forma de diosas arquetípicas de la mitología griega. Menciona que cuando una mujer siente que existe una dimensión mítica en lo que emprende, este conocimiento entra en contacto con ella para afectarla e inspirarla, por lo que los mitos evocan sentimientos e imaginación y tocan temas que forman parte de la herencia colectiva de la humanidad. (Shinoda Bolen 2000: 25). Esta autora va más allá al preguntarse si la parte animus se podría reconocer o equiparar también con un arquetipo femenino, qué necesidad tendrá una mujer cuyo arquetipo dominante sea el de la diosa griega Hestia, si el de desarrollar su animus o el de tener a Artemisa y Atenea como arquetipos activos. Los sentimientos subjetivos y personajes que aparecen en los sueños pueden llegar a determinar si este contenido está asociado a un animus masculino o a un patrón femenino de diosa, según sea la forma de responder de cada mujer. Reconoce que los arquetipos femeninos activos en Artemisa y Atenea, pueden proporcionarle a la mujer, acceso a las capacidades de expresión y firmeza, al igual que puede hacerlo el animus o la parte masculina de su personalidad. Habla de que un animus bien desarrollado, es como un varón interno al que se puede requerir, pero puede ser también que ésta lo sienta ajeno a sí misma. Entonces, una mujer puede descubrir que la competencia en el mundo le llega a través de las cualidades de Atenea o Artemisa, o del desarrollo de su parte masculina. (Shinoda Bolen 2000: 70-71/177/188).

Es importante prestar atención a una de las explicaciones de las etapas o estadios que conforman la representación del anima; la primera es la de la mujer Lilith ó hechicera, la cual se muestra en su aspecto introvertido-sensitivo y está provista de sabiduría intuitiva; la segunda es la que representa la diosa Atenea, mujer que hace uso del intelecto y la sabiduría; la tercera etapa está representada por Artemisa, la Diana cazadora, mujer independiente; y en la cuarta etapa se encuentra Hera, representando a la mujer gobernante, la que comparte con el hombre la paridad. Por lo que también puede pensarse que cuando una mujer hace uso de alguna de estas diosas, está potenciando específicamente parte de su anima.

M.L. Von Franz, define al ánima como la mujer interior, por medio de la cual, los hombres expresan su lado interno femenino, mientras que el animus, viene a ser el hombre interior, por el que las mujeres expresan su lado interno masculino; habla de la gran importancia que tiene el reconocer a éstos elementos como fuerzas interiores y buscar de alguna forma la interrelación entre ambos. (M.L. Von Franz 1997: 183) Marion Woodman, reconoce que el animus positivo se manifiesta en la energía creativa de la mujer, dice que es el amante interior y el guía que conduce hacia el sí mismo. Es una realidad psíquica que actúa como un transformador de energía y al aceptarlo, la mujer se abre a una dimensión de su sexualidad. Lo que es aceptable también en el caso del hombre; por el contrario, si vive ignorando sus sentimientos y se deja guiar sólo por opiniones racionales, traicionará de esta forma su alma, su aspecto anima. (Marion Woodman, 1990: 277/279/280).

El animus y el anima, representan un dios y una diosa, el animus puede ayudar a la mujer a reconocer y potenciar su parte anima, y viceversa. Hay una variedad de diosas mitológicas que pueden actuar como modelos de independencia y guías, ya que están vivas en la psique de una mujer y esperan ser reconocidas para actuar en quien las invoque. Lo que en definitiva deja el animus, es la naturaleza del logos. (Eugene Pascal 1998: 172-173). No hay que olvidar que la pareja divina, el dios y la diosa existen en la mitología y en la religión a fin de conjugar los principios masculino y femenino para proveer el equilibrio de la tierra y todo lo que en ella habita. La pareja sagrada representa la totalidad: la dualidad femenino-masculino perfeccionada. (Shahrukh Husain, 2001:74).

La primera figura del anima es tomada de la madre, así como la primera del animus es consecuencia de la figura paterna. Desde la infancia, el primer amor le pertenece a la madre, ella es quien nutre y protege, por lo que para Jung el amor a la madre va a obedecer a una función adaptativa y de supervivencia y no a un instinto sexual. Al hablar entonces de los celos sexuales proyectados hacia la figura parental masculina, dejarían ya de serlo, para pasar a una envidia provocada por la pérdida de comida. Más adelante y a medida en que se despliegue el erotismo germinativo en el desdoblamiento de la libido nutritiva a la sexual, sí será dable observar el Edipo en su forma clásica; siendo una realidad que también la niña deberá resolver, en lo que Jung denomina “Complejo de Electra”, al hacer uso de la figura mitológica griega de la doncella Electra, hija de Clitemnestra y de Agamenón, y hermana de Ifigenia y Orestes, la cual salva a su hermano del asesino de su padre y amante de su madre, ayudándole después a vengar su muerte inmolando a Clitemnestra y a su amante. (Horacio Ejilevich 1978) Me parece relevante tomar en cuenta la diferenciación entre Jung y Freud respecto al complejo de Edipo que realiza Ejilevich, al comentar que mientras para Freud este complejo es la base biológica de todo lo psíquico, un deseo de incesto que nunca puede ser superado por completo, Jung y otros autores aceptan su autenticidad solamente como un fenómeno psíquico en la sociedad del patriarcado, sin darle un valor completamente biológico ni universal. Si bien más adelante el niño como la niña deberán trasladar la inclinación sexual hacia la madre o el padre para después ir madurando hacia la fase de la postpubertad donde deberán romperse los lazos libidinales con los padres y así dar lugar al comienzo de una sexualidad adulta normal, lo que determinará una adecuada primera imagen del anima y del animus.

Quizá lo femenino y lo masculino han caído muchas veces en reduccionismos biológicos o rígidas estructuras sociales y culturales. Es verdad que se parte de una diferencia sexual que se puede prestar a ciertas divisiones o desigualdades, pero no hay razón para prescindir del mensaje masculino y femenino que se transmite a través de los hechos mitológicos, culturales y sociales. Existe una leyenda maya, la leyenda de la Xtabay, que da a conocer cómo fue cambiando la imagen de la mujer maya después de la conquista de los españoles. Ésta habla de una mujer que se aparece a los hombres cerca del árbol sagrado para atraerlos con sus seductores encantos y después matarlos. Con su larga cabellera, sus apariciones nocturnas, que traen como consecuencia el fatal destino de sus enamorados; le otorga a la mujer un enorme poder ligado a su sensualidad; lo que pudo originar roces con el cristianismo, ya que a partir de la visión patriarcal cristiana, la mujer pierde su ambivalencia para convertirse en un ser peligroso como usurpador del placer sexual. Cecilia Rosado y Georgina Rosado, mencionan que la mujer como detentadora de poder, contraria de la imagen sumisa y subordinada propuesta por el cristianismo, se refleja en este mito. En este sentido, esta mujer surge como respuesta a una sociedad que, inmersa en nuevos valores, niega todo ejercicio de poder a la mujer. No es extraño, entonces, que una joven mujer indígena transformada en figura mítica vague por los caminos mayas ejerciendo control sobre la voluntad y los deseos de los hombres que salgan a su paso. El dominio que ejerce es total, ya que ella es quien determina ante que individuo habrá de aparecerse y no se presenta a voluntad del caminante, pese a que este salga en su busca. La Xtabay, forma parte de todo un grupo de figuras que aparecen en las literaturas indígenas cuya presencia en el mundo material, expone una explicación de la relación que impera entre el hombre y la naturaleza. (Cecilia Rosado, Georgina Rosado: 2000).


V. Conclusiones.

La realidad femenina de la Diosa a través del entendimiento del origen.


Mi necesidad de ir al origen surgió como mencioné antes de un sueño y como resultado del estudio de la teoría analítica; de ahí mi búsqueda se ligó con el deseo de ahondar en las raíces para experimentarme en pertenencia con lo que soy, con lo que me identifica a una creencia, a la familia, a los seres que amo, con los que convivo, a la sociedad, a un pueblo; en definitiva, para entender de dónde provengo, para qué estoy aquí y lanzarme en el camino de lo que llamó Jung proceso de individuación, cuyo propósito consiste en convertir a la persona en el individuo que realmente es, lo que produce la realización del sí mismo, pudiéndose comprender de esta manera el para qué de la existencia, la cual se tornará mucho más plena.

La mitología necesariamente nos sitúa cara a cara con la sabiduría de vida de un pueblo. Es aceptable confirmar que desde el inconsciente colectivo tenemos los seres humanos elementos en común y otros para compartir; es un estado que aporta recursos significativos para el entendimiento de la psicología humana.

Ixchel y Tlazoltéotl, númenes que se proyectaron como seres femeninos en plenitud, son imágenes arquetipales que nos proporcionan una vía de acceso al centro interno y nos ligan a los demás, lo que promueve la expresión del ser. Como hemos visto, varios son los dones que nos otorgan. En la cultura azteca, existe una enorme cantidad de diosas, cada una de ellas ejerce diversas funciones; Tlazoltéotl engloba algunas; mientras que Ixchel, es una divinidad que incluye un conjunto de cualidades.

Ixchel se presenta como el arquetipo que contiene los aspectos más significativos de la vida de una mujer; es por excelencia la Gran Madre, la Señora de la Tierra, que en sus representaciones de las fases de la luna abarca tanto aspectos femeninos como masculinos; las caras y la variedad de apelativos que lleva lo confirman. Es una diosa en un perfecto estado de integración, atraviesa en sus representaciones los estadios de la mujer joven, la mujer madura y la anciana sabia. Da a luz, provee alimento, cuida a la hora del parto; abarca el arquetipo del matrimonio al ser la esposa, pareja del dios sol, ejerciendo el poder para conseguir la abundancia por medio de la unión sagrada. Integra otros arquetipos como el de la anciana sabia al ser reconocida como la gran y poderosa dama vieja, su experiencia la lleva a saber tejer de la mejor manera y reconoce el momento propicio para vaciar su cántaro lleno de agua sobre la tierra; de la sacerdotisa y hechicera; de la mujer creativa al repasar los pasos del tejido; y es ante todo creadora y destructora, el mismo elemento del agua que utiliza para el acto de fertilización, lo puede convertir en un aspecto destructivo, así como la función de activar una enfermedad y velar porque surja la salud. Puede decirse que es una diosa que potencia en su personalidad los diferentes grados que activan y conforman al anima. En sus aspectos de diosa joven integra componentes y atributos que remiten al inicio de la vida, y en sus aspectos de diosa anciana, es la mujer de la experiencia.

Tlazoltéotl, conlleva también imágenes arquetipales de Gran Madre, ejerce acciones de madre protectora, vinculada también a la luna, cuida a las mujeres durante el parto y resguarda las actividades de los médicos, sacerdotes y hechiceros. Al tener el atributo de “devoradora de inmundicias” tiene la propiedad arquetipal de destruir el pecado y transformarlo, reconstruye y permite el nuevo acceso a los dioses con una llaneza que nos lleva a pensar que los hechos considerados como acciones negativas tenían un sentido de naturalidad si eran reconocidos y enfrentados, el aspecto moral se centraba más en una obra de purificación que en el del pecado mismo. Ocupa un lugar importante como sacerdotisa, viene a ser la sacerdotisa por excelencia, es la que barre, limpia y da paso, entra en acción con los cambios de la persona, es la patrona del misterioso oficio de la confesión. También es el arquetipo de la diosa amante y seductora, al ser representante de los aspectos carnales, en su conducción de la sexualidad incluye ante todo el amor como aprendizaje y como función sagrada; es la mujer creativa cuando teje. Considerada también la diosa permeada de los atributos arquetipales de la creación y la destrucción.

Estas diosas comparten propiedades con divinidades de otras culturas, como sería el caso de las diosas griegas, Artemisa, diosa de la luna, que entre otras propiedades, auxilia en el dolor y ayuda en las labores del parto; Atenea, diosa de la sabiduría y de la artesanía, dedicada también al tejido y protectora de las hilanderas; Hera, mujer gobernante, diosa del matrimonio que vela por las acciones de su esposo; Deméter, diosa de las cosechas, la nutricia y madre; y Afrodita, diosa del amor, creativa y amante; así como con Isis, diosa egipcia, la de muchos nombres adorada como madre divina; y con Kali, una importante divinidad de la India que integra de una manera poderosa el arquetipo de la creación y destrucción. Confirman la obra y el actuar del inconsciente colectivo, sus acciones surgen como aspectos arquetipales propios de las representaciones universales y nos ayudan a recobrar y reconocer ante todo el bagaje arquetipal que sostiene a una determinada cultura.

Las diosas se muestran como poderosos patrones internos, por lo que es necesario reconocerlas, ya que pueden determinar inconscientemente nuestro comportamiento, tienen una historia y sabiduría para compartir. Lo importante será descubrir su poder sanador; ya que existen en el alma de cada mujer, es en ellas donde pueden mejor activar sus cualidades curativas, su seguridad y presencia; sin olvidar que pueden ejercer también sus aspectos destructivos. Se habla constantemente de proveer en las personas durante el tratamiento, una integración del cuerpo, el alma y el espíritu, englobando en este último a la religión, la encargada de religarnos a nuestro ser y a la divinidad.

¿Cómo es la vuelta y el regreso a lo religioso? Hay que hablar de la psicología de la persona religiosa, del aspecto humano de este problema, de la vivencia que tiene respecto al ser superior con quien decide establecer una relación, en qué medida influye y modera su vida. Como analistas, la observación con respecto a un individuo religioso debe dirigirse hacia el tipo de respuesta que muestra ante la idea y experiencia de lo numinoso, si ésta crece o se limita; sin olvidar que por una parte está la psicología del hombre religioso y por otra la psicología de la religión que engloba los contenidos religiosos, “el término religión expresa la particular actitud de una conciencia transformada por la experiencia de lo numinoso”. (C. G. Jung “Psicología y Religión” 1988: 56).

Las mujeres al integrar los aspectos arquetipales de la Diosa, fortalecen los lazos con la propia esencia espiritual, sin importar la religión a la que se pertenezca, puede también constatarse que en algún momento de la vida, existirá una necesidad de ir hacia lo profundo y este deseo quizá nos transporte a experiencias paganas religiosas. Encontrar a la Diosa en el interior ayudará a quienes recurran a ellas a apreciar su propio poder, habilidades, herencia y belleza.

¿Hasta qué punto somos conscientes de nuestras fuerzas internas? Una conciencia más plena de la Diosa que dejemos actuar en nuestro ser, fortalecerá los conocimientos internos acerca de la vida, el amor y la creatividad; mientras la mujer no sepa quién es, aumentará la incomprensión de su psicología, al descubrirse tiene la oportunidad de liberarse de viejas ataduras y otorgar libertad y aceptación para sí misma y para los demás. Estar profundamente conectado a ella, la capacitará para tener una mejor perspectiva del ser enraizado y con identidad. Es interesante constatar y apreciar que en la actualidad, las mujeres mayas campesinas yucatecas reconocen el poder y actuar de los dioses y diosas mayas, continúan conservando la lengua maya como primera lengua y llevan los vestidos tradicionales; por lo que resguardan y reproducen rasgos representativos fácilmente observables de sus tradiciones culturales, lo que las identifica como mujeres indígenas portadoras de un orgullo especial por la tierra y sus antepasados.

Para los hombres, una conexión con la Diosa les podrá permitir aceptar y conocer su deseo y necesidad de nutrición, de protección, así como la aceptación de una amorosa femenina presencia. Recuperar las energías de la Diosa en el interior de sí mismos los capacitará para ser padres, amantes y compañeros más equilibrados. (Diosa de los mil nombres).

En una época caracterizada por una fuerte adicción al poder y a la adquisición de bienes materiales, el propósito creativo debe relacionarse con lo único que puede salvarnos: el amor por la tierra, el amor por los demás, la sabiduría de la diosa. (Marion Woodman 1990: 248). Si bien estamos inmersos en una cultura patriarcal y tantos años de dominación han dejado huellas muy profundas no solo en la psique femenina, sino que ha afectado también el lado femenino de los hombres; no debe olvidarse que desde los orígenes existían dualidades complementarias, lo que tendríamos que preguntarnos es porqué los aspectos femeninos han sido olvidados y desvalorizados, porqué han tenido qué padecer a lo largo de la historia. Qué fue lo que motivó a los hombres a cambiar el estado de las cosas eliminando cualquier principio femenino y en qué medida las mujeres han sido cómplices de este proceso.

En la religión azteca, como en la maya, así como en otras culturas, lo femenino no es creado a partir de lo masculino, sino junto con él, aunque no hay que olvidar que tanto los mayas como los aztecas vivieron en una sociedad regida por una mayor presencia de animus, fueron indiscutiblemente pueblos patriarcales, si bien permitieron a la mujer ocupar algunos cargos de importancia, nunca dejó de existir un acentuado dominio masculino. Sin embargo otras culturas primitivas mexicanas fueron colectividades matriarcales, como los Olmecas, Toltecas, Tarascos y Zapotecas. En éstas sociedades, las mujeres fungieron como gobernantas, cacicas, abogadas, jefas de familia; un ejemplo lo encontramos en la Diosa Xaratanga / Xaraqua de los Tarascos, a la que se le veneró como la auténtica Madre de la humanidad, pero posteriormente fue destronada con el ejercicio del culto masculino introducido por los Aztecas. De igual manera se cree que la diosa azteca Coyolxauqui fue derrotada junto con sus seguidores que abogaban por el poder femenino, por Huitzilopochtli y otros dioses y acompañantes que optaron por el dominio masculino. (Francisca Martín-Cano Abreu: 2000). De esto se deduce que los mayas y los aztecas iniciaron un período patriarcal, el cual fue reafirmado con la conquista de los españoles capitaneada por Hernán Cortés, la entrada del mundo occidental y de la religión católica cristiana; así la mujer fue vista como un peligroso rival en el poder y una incitadora del placer sexual, lo que la condenó inexorablemente a un estado de subordinación y todo acceso a las ciencias, las artes y la política le fue limitado; para los hombres fue menos amenazante encausarle las energías hacia la maternidad y a las labores domésticas.

Si bien nuestra naturaleza humana está marcada por la historia y en gran parte nuestra existencia masculina y femenina es el resultado de un proceso cultural, tanto el hombre como la mujer deben estar en contacto con su auténtica femineidad y masculinidad; con la masculinidad, que está dispuesta a retomar lo femenino que hay dentro de él, así como la feminidad que haga los mismo con su parte masculina; lo que denominaría como una necesidad de llegar a una curación del anima y reencuentro con el animus y viceversa, reconociendo ante todo, aquello que nos liga con nuestro ser animus-anima primitivo religioso. Lo que nos enseñará un poderoso equilibrio entre estas energías, para que en lugar de competir, trabajen juntas, así como tomar conciencia de que hay cualidades propias de cada género que nos hacen seres completos, y que eso no puede compararse.

En algún momento de la historia vivió la madre, la gobernadora, la amante, la esposa y compañera. Fue capaz de emplear sus potencialidades como mujer, porque se supo sostenida por sus antepasadas, las grandes diosas madres, las señoras de la tierra y co-creadoras del universo.


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